A raíz de la campaña de Carlos San Juan, el hombre de 78 años que reclama un «trato más humano» por parte de los bancos y que ha logrado, tras reunir más de 600.000 firmas, la puesta en marcha de un protocolo bancario para la inclusión financiera de los mayores, el uso de la tecnología en los mayores ha vuelto a saltar a la actualidad.
Como denuncia la Confederación Española de Asociaciones de Mayores (CEOMA), el problema de la exclusión de los mayores por la digitalización no solo se produce en los bancos sino en todas las esferas de la sociedad, convirtiéndose en un obstáculo para los más mayores y que se acrecenta en el caso de muchas mujeres, que no han recibido formación en tecnología.
Ese es el caso de Pilar Cabrera, de 76 años. Reconoce que «el mundo de los ordenadores» le «suena a chino». «Todo eso que se hace con el móvil yo no sé hacerlo. También es cierto que no me he preocupado porque lo hace mi marido pero no entiendo nada, me parece muy difícil», afirma. Pilar sí que se maneja con los pagos por internet porque con la pandemia, dejó de usar efectivo, pero asegura que no sabe hacer muchas más gestiones. «El día que falte mi marido, tendré que aprender», avanza.
Asimismo, recuerda que cuando era joven, en la pasada década de los 60 y 70, «lo habitual era dejar el trabajo cuando te casabas». «Y tenías que ir al banco siempre con tu marido para hacer cualquier gestión», indica, una circunstancia que ahora lastra su desarrollo en la materia.
En la misma situación se encuentra Carmen, de 71 años, que afirma desconocer «todo sobre Internet». «No sé usar nada un ordenador, si hay que hacer algo, lo hace mi hija», reconoce. En cualquier caso, se maneja mejor con el móvil aunque precisa que conoce lo básico, «aplicaciones como WhatsApp y poco más».
Más experta en el mundo digital es Milagros Giner (65 de años) ya que por su trabajo de traducción está habituada al uso de equipos informáticos. Sin embargo, este hecho no evita que encuentre constantes trabas pues, a su juicio, «no existe un lenguaje universal para acceder a las webs, están mal configuradas». «No es que una sea tonta, es que el que diseña la página tiene una idea en mente y no todos, sobre todo los que tenemos más edad, lo ven igual», lamenta.
En el caso de los bancos, Milagros lamenta «los continuos cambios» que realizan en sus webs. «Te habituas y aprendes, te manejas y, sin previo aviso, cambian algo y eso te hace perder más tiempo y hay que dedicarle tiempo a aprender. Las mejoras no deberían suponer eliminar lo anterior pero al final se pone por encima el trabajo de los creadores en detrimento del usuario», añade. Por todo ello, pide al Gobierno que se «ponga las pilas» y facilite la inclusión, especialmente de este colectivo, al tiempo que reclama más «formación e información» en la materia.
Precisamente, este es uno de los objetivos de la Fundación CRE100DO, que agrupa a más de 100 medianas empresas plus que facturan cerca de 16.500 millones de euros (el equivalente al 1,5% del PIB) y emplean a más de 85.000 personas. Su director, Rafal Vaquero, defiende que «la tecnología y la innovación son herramientas esenciales.
«Por ese motivo, consideramos su desarrollo y aplicación claves para aportar valor a todo tipo de empresas», subraya por lo que ayudan a «estas empresas a definir la hoja de ruta que les permita el desarrollo transversal de estas habilidades digitales para poder anticiparse a las necesidades que puedan surgir, aportar más valor a sus clientes y, a su vez, multiplicar su capacidad y desarrollo de manera exponencial».
«Las empresas CRE100DO promueven cada día la integración real y efectiva de la mujer. Un hecho que, además, cobra mayor importancia si tenemos en cuenta que se trata de una comunidad de empresas que vertebran la España rural, pues más del 50% del total de estas compañías se encuentran ubicadas en municipios de menos de 40.000 habitantes, fuera de grandes núcleos urbanos y contribuyen de esta forma con el desarrollo de su entorno», precisa.
MUJER Y TECNOLOGÍA, UNA COMBINACIÓN POSIBLE
No obstante, mujer y tecnología pueden ir de la mano. Este es el caso de la consultora española Smartme Analytics, una empresa que nace en 2016 con el objetivo de ofrecer una visión 360º del consumidor digital, liderada por Lola Chicón, CEO y fundadora de la compañía. Chicón se describe como una persona entusiasta, innovadora y apasionada por seguir aprendiendo, que se ha embarcado en un proyecto de emprendimiento en el mundo de la tecnología, donde la mayoría de los perfiles siguen siendo hombres.
«Tuve que sortear los obstáculos propios de un emprendedor. Con sus luces e ilusiones pero también con sus sombras. Pero en general siempre he estado rodeada de buenos equipos con hombres y mujeres que me han apoyado y acompañado. No he sentido problemas específicos por ser mujer sino por los propios de desarrollar un negocio, apostar por la innovación y la tecnología, atraer talento, crear empresa, conseguir la confianza de los clientes, etc».
En cualquier caso, anima a otras mujeres a animarse a trabajar en su campo a las que pide hacer «un buen análisis de las posibilidades del negocio, de la capacidad de subsistencia hasta que lleguen los primeros ingresos». «Que diseñen un plan y validen la idea con posibles usuarios y gente con experiencia. Que busquen buena compañía con gente que complemente sus talentos y capacidades pero sobre todo que estén comprometidos. Que testen rápido para aprender rápido», aconseja.