El ministro de Consumo, Alberto Garzón, no ha gastado mucho, pero ha compensado su timidez con el dinero público con una serie de escándalos políticos que le han convertido en el hazmerreír del Ejecutivo. La última «garzonada» ha sido la de dejar claro en un periódico extranjero que la carne que se exporta desde España (no olvidemos que quien lo dice es un ministro del Gobierno) no solo es mala calidad, sino que proviene de animales maltratados. Esto ha hecho que toda la industria cárnica pida en bloque su dimisión por perjudicar su negocio meses después de haber pedido a la población que comiera menos carne, pero lo cierto es que esta no es la última «garzonada» y el Ejecutivo, entre risa y risa por sus declaraciones, empieza a cansarse de tener un ministro de Consumo tan polémico.
Que rescatara una codorniz porque la vio en el suelo cuando estos animales viven generalmente ahí y no en los árboles es una anécdota que deja meridianamente claro cómo se las gasta Alberto Garzón. No saber nada sobre las codornices puede ser normal en alguien de ciudad que no está acostumbrado a lidiar con estos animales, pero no lo es tanto que un ministro de Consumo se dedique a perjudicar una industria que en España mueve cerca de 27.000 millones de euros y que ponga en pie de guerra a todo un sector fundamental para la economía del país. Esta última «garzonada» ha sido tan épica que incluso el propio Gobierno ha tenido que salir en público a asegurar que las consideraciones de Garzón han sido a «título personal». El ministro aseguró que la carne producida por las instalaciones española es de «mala calidad» o que los animales son «maltratados» en las mismas.
Garzón no ha dejado de hacer el ridículo desde que llegó al Gobierno obligando a los dirigentes a posicionarse ante cosas absurdas
Esto viene acompañado, meses atrás, de otras declaraciones de Garzón en las que decía que comer carne no era saludable; a lo que el presidente del Gobierno (de su propio Ejecutivo) respondió en público que «donde se pusiera un chuletón…». Pero esto es solo otra anécdota que conviene aderezar con el hecho de que el ministro sirvió en su boda a sus 270 invitados un plato de solomillo y otro de foie. Garzón no ha dejado de hacer el ridículo desde que llegó al Gobierno obligando a los dirigentes a posicionarse ante cosas absurdas. Otra prueba de ello es la «huelga de juguetes» que convocó el ministro en un momento clave de la pandemia y con el precio de la luz por las nubes de la que se mofó incluso el Partido Popular en el Congreso.
La idea de la huelga, que escenificó incluso con unos juguetes en un parque, era la de acabar con el sexismo de los juguetes. Mientras la electricidad era un 300% más cara que hace un año, el ministro se dedicaba a criticar el hecho de que los juguetes azules tengan que ser para niños y los rosas para las niñas. Se pegaron carteles, se gastó mucho dinero público… y todo para absolutamente nada.
Pero al menos nadie salió a desmentir la idea de la huelga de juguetes. Esta vez no, a diferencia de lo ocurrido con la carne y su consumo. En cuanto a su vida personal, también ha traído alguna que otra polémica a la primera línea. Estas Navidades, el ministro se planteó la posibilidad de irse a Escocia de vacaciones con los suyos, algo para lo que pidió nada menos que varios escoltas para que le protegieran en el país desde el 30 de diciembre hasta el 6 de enero de 2022. Por supuesto, en el Congreso se ha preguntado a Interior si va a autorizar la escolta, en cuyo caso se trataría de un “uso fraudulento de los medios que la Dirección General de la Policía pone al servicio de la protección de los ministros”.
Pero no es lo único. El ministro también ha estado en el centro de la polémica con la legalización de la marihuana. Garzón se escandaliza con el hecho de que los niños coman carne más de cuatro días a la semana, pero no con la idea de que la marihuana sea legal y esté al alcance de todos en establecimientos oficiales. Esta postura de Garzón, que también comparte Podemos, llamó la atención porque se produjo en el mismo mes en el que el ministro había pedido en público a la población que comiera menos carne. La marihuana no es perjudicial para la salud, pero un filete sí. Y seguimos.
Otra de las chapuzas épicas del ministro de Consumo era el NutriScore, ese semáforo nutricional en el que Garzón te dice lo que es sano y lo que no con colorines. El NutriScore es una chapuza que no funciona. Por el momento, y para no enemistarse con las grandes marcas, el semáforo califica con una B (donde A es la mejor nota y E la peor) alimentos que los nutricionistas aseguran que no son sanos. El ejemplo más claro es Coca-Cola. Para el semáforo nutricional de Garzón, tomarse esta popular bebida (siempre que sea la Zero) no está mal dado que está calificada con una B. Sin embargo, para el ministro de Consumo es mil veces peor consumir una botella de aceite de oliva, pues una que no es de calidad premium ha obtenido una nota de D, es decir, un suspenso. Todo esto ha hecho que haya voces dentro del Gobierno, como la del ministro de Agricultura, Luis Planas, que buscan que el sistema NutriScore no salga adelante.
A esto le debemos sumar otra de sus mil y una «garzonadas»: el libro que preside la estantería del despacho del ministro de Consumo no es un manual de consumo, un estudio sobre el consumo de carne o directamente técnicas políticas para ser un buen ministro. No. El libro, o mejor dicho, la colección de libros que presiden la estantería del ministro de Consumo es nada menos que la colección de cómics de Astérix y Obélix. “El Ministro de Consumo tiene en su despacho una colección de Asterix para pasar el rato cuando no tiene qué hacer. Debe ser maravilloso que te paguen una pasta y tener tiempo libre para ver series”, ha señalado una usuaria. “Lo de la caja de Asterix lo comentamos otro día, cuando madures”, decía un usuario de Twitter.