Hasta ahora, la labor del «lobo» de Pedro Sánchez ha sido impecable. Ha llegado al grupo PRISA y con una sonrisa en los labios ha puesto la maquinaria de comunicación en marcha para poner a los mandos al presidente del Gobierno. Para Miguel Barroso, miembro del consejo de administración del Grupo PRISA, la misión es bien sencilla y viene dada de la boca del presidente. Y pese a que los defenestrados por el líder socialista, entre los que se encuentra su exjefe de gabinete Iván Redondo, se han quejado enérgicamente de Barroso, lo cierto es que el papel de este empresario y periodista en el nuevo Gobierno (el postpurga) es fundamental para los intereses de Moncloa. Ahora Sánchez tiene dos «lobos», dos hombres de confianza que le solucionan los problemas y le apagan los incendios. Dentro del Gobierno es el ministro de Presidencia, Félix Bolaños, y fuera es el exsecretario de Estado de Comunicación Miguel Barroso, quien ahora se ha convertido en el nuevo «chico de los recados» de Sánchez y quien se desvive por mantener a flote su excelente relación con la cúpula del Gobierno. Y todo gracias a la reconciliación de Sánchez con el ala zapaterista del PSOE.
La destitución del exdirector de El País Javier Moreno fue el primer síntoma de la llegada de Barroso al consejo de administración de PRISA. Hasta entonces, la relación entre el diario El País y el Gobierno socialista no era buena. Pero tras la llegada de Barroso, todo ha cambiado. Sin embargo, pese a que es un miembro más del consejo de administración, Barroso hace cosas por el presidente fuera de este grupo. De hecho, tuvo un papel fundamental en las conversaciones que Redondo tuvo antes de ser destituido. La llegada de Barroso al núcleo duro del presidente del Gobierno viene a principios de año, aunque llevaba meses barruntándose. Desde que Sánchez entendió que tenía que reconciliarse con el ala zapaterista del PSOE si quería mantener el control de su candidatura, la relación entre Barroso y Sánchez enraizó con ganas. Tanto, que ahora, junto a Bolaños, Barroso conforma ese equipo A del presidente al que recurre Sánchez cada vez que tiene un problema.
Barroso estrechó lazos con el PSOE cuando su mujer, la exministra Carme Chacón, se convirtió en la titular de Defensa. Entonces, Barroso se entrometía de forma permanente en la imagen de la ministra socialista y ejercía su influencia, siempre con una sonrisa, en el Gobierno en la medida que Chacón le dejaba, tal y como aseguran fuentes cercanas al empresario. A fuerza de encuentros, el entonces presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero entabló una relación muy estrecha con Barroso que desembocó en el nombramiento de Miguel como secretario de Estado de Comunicación. Pero el encuentro con Sánchez vendría más adelante.
El presidente no acabó demasiado bien con ese PSOE zapaterista
El presidente no acabó demasiado bien con ese PSOE zapaterista una vez consiguió la candidatura. De hecho, tras esa guerra interna con Susana Díaz, Sánchez solo premió a quienes se mantuvieron fieles a su causa, y entonces Barroso estaba fuera de la ecuación. El idilio con el miembro del consejo de administración de PRISA llegó después de que el presidente del Gobierno decidiera recomponer a raíz de la pandemia la relación con todos esos altos cargos socialistas que cayeron en desgracia tras la (segunda) victoria de Sánchez en las primarias del PSOE.
Tras la purga, con la que Sánchez trajo a la primera línea a personajes públicos como Óscar López o Antonio Hernando, también aprovechó para conocer y acercarse a Barroso. Y tras conocerle, el idilio estuvo servido. Desde entonces, Sánchez le utiliza como un «leal servidor» que le soluciona los problemas más incómodos. Uno de los ejemplos fue la destitución de Iván Redondo y el choque entre pareceres que mantuvieron el director de gabinete y el líder socialista, que fueron tratados en la mesa de un restaurante con Barroso.
El perfil de Barroso recuerda en el Ejecutivo en cierto modo al de Iván Redondo. Es un tiburón, un servidor que sin miramientos cumple los designios de su líder. En este caso, la llegada a PRISA fue la crónica de una muerte anunciada dado que empezaron a desfilar cabezas laborales al poco de su llegada con la única intención de que el grupo tenía ahora que tratar bien al presidente. Ahora, desde fuera, Barroso mantiene una relación estrecha con el presidente (que no con el Gobierno) y mira por los intereses de un Sánchez que le ha convertido en una persona de estrecha confianza para Moncloa.
Barroso, junto a Félix Bolaños, han conseguido ocupar ese enorme hueco que dejó la salida de Redondo. Ambos son, según detallan desde el Ejecutivo, los hombres del presidente que le solucionan sus problemas. Aún así, desde el Gobierno advierten: Bolaños es alguien con escrúpulos, que va al grano y que intenta buscar soluciones a los retos con cierta elegancia, Barroso en cambio no. Quienes conocen al miembro del consejo de administración del grupo PRISA aseguran que es un «tiburón» que soluciona los enredos de un modo bien distinto. Eso sí, siempre con una «sonrisa en los labios».