domingo, 24 noviembre 2024

Paco Salazar se centra en las carreras de caballos… mientras en La Moncloa le echan de menos

La revolución gubernamental emprendida por Pedro Sánchez antes del pasado verano se llevó por delante de forma incomprensible a Paco Salazar. El único ‘pecado’ conocido del discreto fontanero andaluz que ejercía como director adjunto a la jefatura de Gabinete del presidente del Gobierno era su cercanía con Iván Redondo.

Algunas voces de La Moncloa no comprendieron la defenestración de Salazar, que había ganado muchos puntos en Ferraz por su labor en la campaña de Salvador Illa en Cataluña. Pero el andaluz al menos recibió como premio de consolación un ‘trofeo’ tan pintoresco como bien pagado: presidente del Hipódromo de la Zarzuela, a 110.000 euros el año.

Mejor le fue a Pedro Saura, que cayó al alimón con su jefe (José Luis Ábalos) y cambió su puesto como número dos en el ministerio de Transportes por la presidencia de Paradores Nacionales, con un sueldo anual que ronda los 190.000 euros.

LOS ‘APESTADOS’

Salazar y Saura tuvieron que cambiar de silla por haber reportado a los dos ‘apestados’ para La Moncloa, José Luis Ábalos e Iván Redondo, que quizá son las dos personas que más habían ayudado a Sánchez después de que perdiese la secretaría general del PSOE.

Pero el presidente del Gobierno ahora no quiere ni oír hablar de ambos: a Ábalos por algunos asuntos que no han visto la luz (y que nada tienen que ver con su vida privada) y a Redondo por haberse negado a cambiar la jefatura de Gabinete del presidente por un ministerio (tras haber perdido el favor de Sánchez).

El spin doctor se ha revuelto contra las supuestas zancadillas que le pone La Moncloa para que no trabaje y es por ello que ha filtrado las ofertas que le lanzaron dos emisarios de Sánchez, José Miguel Contreras y Miguel Barroso.

RECADOS

Es cierto que Redondo lleva tiempo enviando recados a Sánchez, al que le critica su apuesta por restaurar a hombres del partido como Óscar López o Antonio Hernando. Al presidente también le pitan los oídos cuando el gurú lanza piropos a sus adversarios.

Buen concepto tiene el politólogo de Yolanda Díaz: «Hasta ahora, la izquierda del PSOE captaba un 1% del voto socialista. Ella capta un 20% (. . .) Hay construir un movimiento amplio, porque tienes que saber si vas a estar solo a la izquierda del PSOE o vas a ampliar; Podemos tiene que tener un papel y hay que saber que el bipartidismo no va a volver, si el PP gana las elecciones gobernará con Vox».

El colaborador de La Vanguardia también ha pronosticado que el PP se dispararía bajo el liderazgo de Isabel Díaz Ayuso: «Madrid no es España pero se le parece (al menos, para la derecha). Con el 35% de los votos Ayuso alcanzaría 154 escaños y más de 8 millones de votos (750.000 origen PSOE); con un rocoso Vox con 48 escaños y casi 4 millones de votos, con Cs sin representación. Frente a un PSOE con el 21%, 82 escaños y 5 millones de votos. Tal cual. El lado derecho con más de 12 millones votos. Ayuso sacaría hoy 5 puntos más que Casado en unas generales. En unos comicios (importante) sin la plataforma transversal de Yolanda Díaz operando y con una participación del 67%».

«¿Cómo logran los 202 escaños Ayuso-Vox? Gracias al 35% y a nuestra ley electoral. En una campaña tan fragmentada los votos se maximizan tras superar el umbral 30%. Un ejemplo: Zapatero, en un mercado electoral bipartidista necesitó el 44% de los votos para obtener 164 y 169 escaños en 2004 y 2008; Suárez, sin embargo, los logró con el entorno del 34% en 1977 (165) y 1979 (168). Ayuso repetiría el movimiento y Vox lo completaría«, añade.

DEFENSA

Menos ganas de confrontar contra La Moncloa se le presumen a José Luis Ábalos, que al menos ha logrado que lo nombren presidente de la Comisión de Interior del Congreso. El valenciano ha centrado sus últimas apariciones mediáticas en defenderse de algunas informaciones que afectaban a su vida privada.

El exministro asegura que estaba «al tanto de la necesidad de reimpulsar la acción política del Gobierno» antes de los cambios y reconoce que en su adiós sintió «una mezcla de confusión y liberación. Por un lado, me hubiera gustado que hubiera sido de un modo que todos entendiéramos mejor, que no se especule tanto porque eso no nos viene bien. A ninguno. Pero sí, también me sentí liberado. Sentía que no tenía vida».