El excomisario José Manuel Villarejo empezó un libro sobre los atentados yihadistas de marzo de 2004, al que le puso el nombre de ’11-M desde dentro’. Al menos, redactó un índice con siete partes y un epílogo. En él hay alusiones a la eventual autoría intelectual de Francia y Marruecos, y se menciona un apoyo «puntual» de ETA en los preparativos mediante «asesores externos» que los engloba con «espías de Irak e Irán», según el documento al que ha tenido acceso MONCLOA.COM en exclusiva.
La «escaleta» del libro, en palabras del policía hoy en prisión, se elaboró a principios de 2006. Puso la fecha del 28 de enero de ese año, por lo que aún no habían pasado dos años del peor atentado terrorista en la historia de Europa. En ese momento, el juez de la Audiencia Nacional Juan del Olmo seguía con la instrucción del caso ya que la investigación terminó en abril de 2006.
De la lectura del índice, da la impresión que Villarejo quiso plasmar en varias páginas un resumen de lo que él había vivido en aquel marzo de 2004 y en los meses posteriores, con el fin de que no se le olvidara ya que varios enunciados tienen un desarrollo más amplio. También parece que la redacción fue apresurada ya que contiene errores caligráficos de bulto -llama ‘Descayar’ al por entonces director del CNI, Jorge Dezcallar-. He aquí el desarrollo del índice de ’11M desde dentro’, tal y como lo plasmó Villarejo:
EL CALDO DE CULTIVO
En esta extensa parte se habla de la «bofetada al gabacho», que puede ser una alusión al giro proestadounidense que tuvo el Gobierno de José María Aznar tras los atentados del 11-S en Estados Unidos. En ese punto se incluye «la visita del protector (París viaja a Madrid)», pero no se desvela quién del Ejecutivo francés vino a la capital española antes de los atentados.
En todo caso, no fue Jacques Chirac, quien tras una visita de Estado en 1999 no volvió a pisar suelo español hasta después de la victoria electoral de José Luis Rodríguez Zapatero. En sus memorias El compromiso del poder, Aznar describió la «estrecha relación» que tenían por aquel entonces Rabat y París como una «pinza» o una «tenaza» para España.
Y detalla cómo en una reunión que mantuvo con Chirac durante la presidencia española de la Unión Europea, el mandatario francés llegó a decirle: «Tratas a Mohamed peor que Sharon trata a los palestinos». (…) «Tenéis que empezar a devolverlo todo [Ceuta, Melilla, los peñones]», a lo que Aznar le respondió: «No tengo nada que devolver».
Durante la crisis de Perejil, Chirac fue condescendiente con Mohamed VI y paró una iniciativa europea de apoyo a España. Villarejo subraya en su índice que la respuesta española a la hora de recuperar el islote con una operación militar fue «inesperada», pero añade que la acción «no fue olvidada» y que tras ello, Rabat envió a París a un emisario, cuyo rastro fue seguido por las autoridades españolas.
Al final de este capítulo, el entonces agente encubierto hace hincapié en que hubo un «exceso de información por confidentes y escuchas», mientras que faltó el trabajo de traductores -se entiende que de lengua árabe-, un hecho que el CNI subsanó tras el 11-M.
«Dezcallar no tenía ni idea de nada y cuando el CNP le informó de la pista de ETA, rápidamente se quiso apuntar el tanto de la versión más posible y se tiró a la piscina»
También se habla de los «hermanos sirios», una clara alusión al Gobierno de Damasco, ya que los investigadores tuvieron los «ojos cerrados» con las llamadas telefónicas que se hicieron desde el Líbano a España el día de los atentados por culpa del «boicot de teléfonos». En aquella época, el régimen sirio controlaba una extensa parte del país de los cedros como si fuera un protectorado.
Asimismo, arremete contra el CNI y su «eterno limbo» durante el 11-M -habla del «comando de la tijera»– y en especial contra el jefe de los servicios secretos en ese momento, Jorge Dezcallar. «Descayar (sic) no tenía ni idea de nada y cuando el CNP le informó de la pista de ETA,» en las primeras horas tras los atentados, «rápidamente se quiso apuntar el tanto de la versión más posible y se tiró a la piscina con un informe donde se inventaba todo, desde las fuentes hasta el hipotético trabajo de campo que nunca hicieron».
En ese punto, enfatiza que los libaneses «se negaron a dar los datos del rastreo de una cabina» y que después mutilaron algunas de las llamadas para facilitárselas «al DB francés», refiriéndose al servicio secreto galo que opera fuera del Hexágono y que es conocido como la Dirección General del Servicio Exterior (DGSE).
También menciona el «trabajo fácil» que tenía París a la hora de controlar a ETA y a los «moritos» magrebíes, un hecho amplificado en el escrito que Villarejo ha enviado esta semana al juez Manuel García Castellón y al que ha tenido acceso El Español.
Sobre los etarras, apunta a que la banda terrorista hizo «ensayos» durante las Navidades «negras» de 2003, una clara referencia al intento de atentado que llevó a cabo ETA en esa Nochebuena con una mochila de 25 kilos con explosivos en el tren Irún-Madrid que, por fortuna, fue interceptada por la Policía. Los miembros de ETA detenidos admitieron que habían colocado otras dos bombas en lineas férreas de Aragón.
LOS PREPARATIVOS
El primer punto de esta parte alude directamente a que los atentados fueron un «proyecto de inteligencia», que conllevó un «control» de los medios que Villarejo no especifica. La alusión al «auto-avituallamiento» puede estar vinculada con la información facilitada ayer por El Español tras tener acceso al escrito sobre el 11-M que el excomisario entregó esta semana al juez Manuel García Castellón.
Según esa versión del policía hoy en prisión, la operación de compra de 200 kilos de explosivos por parte de Jamal Ahmidan, alias El Chino, el 29 de febrero de 2004, era en realidad una «entrega controlada» por la Guardia Civil, que «con el fin de colocar un dispositivo de seguimiento» integró entre la dinamita «algún material explosivo existente en los depósitos de armas» del instituto armado.
El objetivo era crear un intento de atentado ficticio, una compra controlada de dinamita que serviría para detener a los presuntos terroristas en posesión de la munición y acreditar así su intención de atentar en suelo español de forma inminente. Pero, según Villarejo, algo salió mal.
En el proyecto de libro, el agente encubierto habla de «pistas cruzadas» y de una «transmutación milagrosa» de los yihadistas, que pasaron de ser «mediocres chorizos» a convertirse en «terroristas fanáticos».
Además, Villarejo anotó que hubo en los preparativos de los atentados un «apoyo puntual» de asesores «externos», entre los que cita a miembros de ETA y a espías «de IRAN-IRAK» sin precisar más datos.
LA ACCIÓN DEL 11-M
En este capítulo se apunta que la autoría intelectual del 11-M partió de unos «directores de orquesta» que «hablaban en francés», refiriéndose a Francia y Marruecos. Los atentados, señala Villarejo, tuvieron una serie de «ingredientes» que el comisario no parece saber a comienzos de 2006 ya que desconoce si hubo «cus cus» (árabes), pil pil (vascos) o «un pupurrí de ambos», es decir que el 11-M pudo ser aderezado por yihadistas y etarras, un extremo que fue descartado luego en el juicio y su posterior sentencia.
Sobre la designación de los objetivos terroristas, el comisario se pregunta por qué se marcaron con sólo dos días de anticipación y tras ello, entra de lleno en los convulsos días posteriores por los que pasó España hasta las elecciones del 14-M. En concreto, se identifica con las críticas que hizo el PP al PSOE en vísperas de los comicios por las «técnicas de manipulación» mediante el uso de los SMS y el «agi-pro moderno».
En realidad, Villarejo se refiere al término ‘agitprop’, una estrategia de origen bolchevique y naturaleza revolucionaria que utiliza la propaganda y la agitación como instrumentos de influencia en la opinión pública, y que en la jornada de reflexión se plasmó en las concentraciones frente a las sedes del PP, la más importante de ellas la de Génova.
LOS CHAPUZAS
Esta parte del índice de ’11M desde dentro’ entra de lleno a la investigación de los atentados. Los primeros epígrafes versan sobre la famosa mochila que no explotó en la mañana de los atentados y que luego fue encontraba de madrugada en una comisaría de Vallecas. Villarejo es enigmático en esas primeras líneas pues la redacción tiene múltiples interpretaciones.
El ‘Principio de Peter’ tiene que ver con la jerarquía de la empresa y presenta la idea de que los ascensos de puesto son la causa del estancamiento profesional de empleados competentes. Los creadores de este término fueron Laurance J. Peter y Raymind Hull, autores del libro ‘The Peter Principle’ en 1969.
Villarejo no cita a nadie en concreto pero pudo referir, seguramente, a la cúpula policial que tuvo que investigar el 11-M en sus primeros compases. «Ocultan su estupidez y mediocridad, ya que SOLO defienden sus puestos de trabajo», se lamenta el adjunto al DAO en aquel momento antes de preguntarse la reflexión platónica asociada a la corrupción política: «Quis custodiet ipsos custodes?», es decir quién vigila a los propios vigilantes.
QUI PRODEST?
Villarejo recurre de nuevo en este capítulo a una de las locuciones latinas más conocidas. «Qui prodest?», es decir a quién beneficia el 11-M. El entonces comisario se lanza a elaborar una especie de tratado político. En su opinión, el PP es uno de los beneficiarios ya que se ha formado «el Gobierno de los PNN». Con esta etiqueta se minusvaloró el primer Ejecutivo de Adolfo Suárez, en el que primaba la juventud, de ahí que se les llamara de forma despectiva ‘el Gobierno de los profesores no numerarios’ (PNN).
El comisario apunta la existencia de una «partitocracia» y una novelesca «criptocracia» dentro de nuestra democracia. Este último término se refiere a «la Cripta», una unión político-económica en el que confluyen los intereses empresariales y el poder político.
Sobre el PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero, que ya está en el poder, el comisario observa el retorno del «consejo de ancianos», en referencia a la vieja guardia guerrista que volvió a ocupar puestos de relevancia dentro del Ejecutivo. Incluso, varios actores políticos «quieren su parte… de los aplausos» dentro de la lista de beneficiarios.
En concreto, Villarejo cita a Josep Lluis Carolt (sic) Rovira, líder de ERC y que había tenido que dimitir como vicepresidente de la Generalitat catalana tras su reunión con la cúpula de ETA; y a Arnaldo Otegi, que dirigía Batasuna en aquellos primeros días de 2006 tras el anuncio de tregua de la banda terrorista.
LA INSTRUCCIÓN DEL SUMARIO
Este capítulo es el más extenso de la escaleta del libro, aunque Villarejo se pierde por momentos en reflexiones de tipo moral con frases como «el honor es el último refugio del bribón» o la atribuida al secretario de Estado de Seguridad de 1986 a 1994, Rafael Vera: «Con la patria como con la madre, con razón o sin ella», aunque el comisario la escribe a su manera.
El agente encubierto critica varios «olvidos» que se han producido durante la instrucción. El más polémico, aunque no lo cita expresamente, fue la excarcelación de Saed El Harrak ordenada por el juez Del Olmo y que se debió a un error burocrático al no prorrogarse la prisión preventiva. «El olvido como arma secreta para vencer en el 11M», anotó Villarejo.
Tras ello, arremete contra el juez instructor debido a sus «pecados por omisión» y al entonces jefe de los Tedax, Juan Jesús Sánchez Manzano, por incumplir «los más elementales protocolos del cuerpo», en referencia a la polémica sobre la cadena de custodia de la mochila que no llegó a estallar. Sobre esto último, insinúa con «el timo del tocomocho», es decir que la bomba fuese colocada en la comisaría de forma deliberada mediante un cambiazo. «Cambios de pruebas, cambio de peritos, cambio de documentos… cambios y cambios», resumió.
QUID PRO QUO?
Este punto son las consecuencias del vuelco electoral del 14-M y la llegada al poder del PSOE, cuya primera medida política fue la retirada militar de Irak. Villarejo enumera los efectos del cambio en la política exterior española, empezando por Marruecos, con el que se mejoraron «ostensiblemente» las relaciones bilaterales de la mano de Zapatero, y subraya que el país vecino consiguió «beneficios en cascada» en asuntos como el Sáhara o la pesca.
El comisario también constata que la Francia de Chirac quedó tranquila al ver «la pérdida de sintonía» entre Madrid y la Administración Bush. Asimismo, España se convirtió «en aliada del mundo árabe» con iniciativas como la Alianza de Civilizaciones, al tiempo que se acercó al eje bolivariano -Venezuela, Cuba y Bolivia-.
EPITAFIO
Villarejo llama «epitafio» -en vez de epílogo- a su última parte del índice, como si estuviera en un funeral. Sorprende la lectura de los puntos ya que vincula el 11-M con el proceso de «separación» de las regiones históricas. Al País Vasco le nombra con el término que se utilizaba durante el franquismo -Vascongadas-. Esa interpretación pudiera ser porque bajo el Gobierno de Zapatero se inició la reforma del Estatut catalán que, con el paso de los años, fue el caldo de cultivo para que el nacionalismo catalán se embarcase en el proyecto soberanista, aunque a la altura de 2006 fuese todo una pura quimera.
Al abrigo de la iniciativa política de Pasqual Maragall, desde los Gobiernos vasco y gallego se pidieron actualizar sus respectivos estatutos, de ahí que Villarejo interpretase que había empezado el proceso de desmembración de España.
El segundo punto, en el que se habla del «negocio de la confrontación», es más alambicado. Posiblemente, el comisario recurrió de nuevo al vuelco electoral que se produjo el 14-M, del que se benefició el Grupo Prisa por la llegada de los socialistas al poder. «La oposición pierde», concluyó sobre el PP, que se encontraba aún en su particular travesía del desierto.