David Álvaro es el director de la consultora Acento Asuntos Públicos y ahora el autor de «Lobby en positivo», un libro que analiza la realidad que hay tras este concepto poco conocido. El autor ha decidido embarcarse en esta empresa para desgranar qué es un lobby, para qué sirve y explicar por qué es necesario que se entienda que es una figura fundamental en cualquier sociedad en la que las grandes empresas se dejan fortunas. El libro trata diversos asuntos, entre ellos por qué estas consultoras trabajan sobre un terreno mal regulado y analiza el papel que deben cumplir en la sociedad. David Álvaro responde a todas nuestras preguntas sin pelos en la lengua y sobretodo con total franqueza.
Cuando a un español le mencionas la palabra “lobby”, se deja entrever el estigma que pesa sobre este concepto. ¿Por qué cree que es así?
Cuando hablamos de lobby pueden suceder tres cosas: que directamente no se tenga ninguna noción del término, que, por el contrario, se conozca y se asuma o que, como bien planteas, se tenga una ligera idea un tanto distorsionada.
Esto sucede por la imagen que ha ofrecido la cultura popular a través del cine, las series o la literatura. Un retrato a base de clichés, estereotipos y caricaturas que podemos observar en series como “House of cards” o películas como “Todos los hombres del presidente” donde Robert Redford se citaba clandestinamente en un parking de madrugada con el confidente denominado “garganta profunda” para obtener información al margen de la investigación oficial.
El libro trata de ofrecer una radiografía real y ajustada a la profesionalización del sector que demuestre lo necesario e imprescindible de la colaboración público-privada.
Usted forma parte de Acento, una consultora que está creciendo como la espuma, pero muchos españoles no tienen muy claro cuál es la función de un lobby. ¿En qué consiste concretamente la función de esta empresa?
Desde ACENTO trabajamos con un compromiso ético y moral que nos lleva a ofrecer tanto a empresas, organizaciones de la sociedad civil o pequeñas entidades la posibilidad de crear sinergias cuyo objetivo es la consecución de una serie de hitos que permitan conectar y canalizar las demandas de dos mundos, privado y público, que tradicionalmente se han comportado como compartimentos estanco.
Buscamos la saludable interacción entre ambas esferas ofreciendo una repercusión positiva en la vida práctica de la ciudadanía. El lobby tienen un gran potencial a la hora de realizar diagnósticos certeros, estrategias de intermediación, anticipación de conflictos o desarrollo de fuertes y sólidos argumentos que posibiliten la imprescindible y sana conexión entre el sector público y la esfera privada con un porcentaje de éxito muy elevado.
Cuando solicitan que se “regule” el sector en España, ¿a qué se refiere exactamente?
A que exista una legislación nacional que asegure la profesionalización de los asuntos públicos desde una perspectiva garantista, basada en reglas claras e iguales y que posibilite su acceso a cualquier tipo de entidad, con independencia de su tamaño, capacidad o volumen de facturación.
España no puede, ni debe ir por detrás de otras democracias que ya cuentan con una legislación propia. Desde naciones latinoamericanas como Chile, Perú o Colombia, pasando por las democracias más consolidadas como la estadounidense, la alemana o la inglesa hasta las modernas naciones exsoviéticas como Georgia, Eslovenia o Lituania, además de ejemplos asimétricos como Taiwán, Macedonia o Israel, se han dotado de algún tipo de legislación del lobby que respalde al tridente compuesto por la transparencia, la integridad y el acceso de información como instrumento optimizador de los sistemas políticos contemporáneos.
Los lobbys son un sector poco conocido que mueven grandes cantidades de dinero. ¿Por qué las empresas destinan ahora grandes inversiones a este tipo de consultoras?
Existen diferentes estudios que demuestran el retorno que genera la inversión en lobby. Uno de ellos, de la Universidad de Harvard concluyó que existe un evidente cambio de paradigma en la inversión empresarial. Si en la década de los años 90 del pasado siglo lo que otorgaba un mayor beneficio económico a las empresas era la inversión en activos de capital convencionales, como por ejemplo maquinaria para modernizar las instalaciones empresariales o el gasto en inversión y desarrollo tecnológico, a partir del nuevo milenio este tipo de inversiones dejaron de ser la principal fuente de ingresos y le sustituyó la inversión en asuntos públicos y actividad regulatoria, generando un evidente retorno en forma de mayores sinergias, reputación, interlocución, colaboración y beneficio social.
Usted afirma que los lobbys pueden contribuir a mejorar la sociedad. La pregunta es simple, ¿cómo?
Se tiende a pensar que los servidores públicos saben y conocen siempre la totalidad de la materia que gestionan. La realidad es que no siempre es así. En ocasiones nos encontramos con normativas o legislaciones que excluyen a determinados sectores o que obvian los posicionamientos de otros.
La acción del lobby se centra en alcanzar consensos, sinergias y beneficios sociales entre esferas aparentemente independientes
La acción del lobby se centra en alcanzar consensos, sinergias y beneficios sociales entre esferas aparentemente independientes como son las instituciones públicas y el sector privado.
Los cambios en la movilidad de las ciudades, los nuevos hábitos de consumo, la concienciación medioambiental o el aumento del asociacionismo demuestran la necesidad de que las instituciones públicas tengan todos los argumentos, enfoques y opiniones posibles a la hora de adoptar decisiones con una clara repercusión en la vida de sus ciudadanos. Es ahí donde el lobby se erige como el actor idóneo para aunar posiciones, para sumar esfuerzos y generar entendimientos.
También habla en su libro de evitar la ‘mala praxis’ de los lobbys mediante la regulación del sector. ¿Podría poner un ejemplo?
Es curioso porque el nivel de exigencia es máximo. Si un pelo en la sopa invalida todo el plato, un mal lobbista daña a todo el sector. No sucede así en otras esferas como puede ser la medicina, donde un mal médico no perjudica a todo el colectivo.
En España no existe, ni ha existido una sola condena judicial a lobbistas o por la mera acción del lobby. Sin embargo no ha sido así en otros países. El ejemplo claro lo encontramos en Estados Unidos en la figura de Jack Abramoff, un presunto lobbista que se jactaba públicamente de tener en nómina a más de 100 congresistas de todos los partidos y que terminó siendo condenado a seis años de prisión por fraude, conspiración y diversos delitos económicos.
Por eso es fundamental establecer cauces legales que doten de rigor, transparencia y rendición de cuentas al sector.
¿Cuál es el valor diferencial que hace de un lobby una herramienta útil para la sociedad frente a otro que no lo es?
La profesionalización del sector es imprescindible. Igual que debería huirse de los abogados que se anuncian por medio de frases como “no pagas hasta que no ganamos” o eslóganes como “divorcios exprés por 150 euros”, también deberíamos evitar aquellos presuntos lobbistas que en realidad realizan acciones de intrusismo laboral, obviando la honestidad, el rigor y la imprescindible conciencia humanista y cívica.
Una acertada defensa de los intereses de las corporaciones, como una buena defensa jurídica, requiere de una compleja y estudiada estrategia previa, de un equipo sólido y solvente y de una experiencia que combine el expertise previo con el amplio know how acumulado.