Los agricultores de los municipios de El Paso, Los Llanos de Aridane y Tazacorte, los más afectados por la erupción volcánica de Cumbre Vieja, esperan que las alternativas puestas sobre la mesa por las instituciones permitan reactivar cuanto antes el regadío tras la rotura de la tubería del sistema el pasado viernes.
«Si pasa más de una semana, sería perjudicial porque habría estrés en las plantas», señala a el presidente de la Asociación Palmera de Agricultores y Ganaderos (ASPA), Miguel Martín, quien espera también que cuando avance el invierno haya más chubascos que den un respiro a las fincas.
Martín avala el uso de dos desaladoras portátiles en Puerto Naos, que llegan este lunes a la isla, y el barco cisterna que viaja desde la Península con capacidad para 30.000 metros cúbicos, pero deja claro que servirán solo para un «riego de mantenimiento».
Así, señala que al no estar terminado el anillo insular hídrico por el sur –la conexión entre El Remo y Fuencaliente es muy costosa–, «la única opción» para llevar agua a las tierras situadas al sur del volcán es con las desaladoras y una vez que se abra una vía.
«No son todos los riegos que queremos pero al menos servirán para no perder los cultivos y salvar la cosecha del próximo año», indica.
En esa línea, comenta que las plantas son seres vivos no se pueden «arrimar» durante seis meses y después «retomar» el negocio, «no se puede parar», y por ello, indica que «hay que buscar todos los medios posibles para que el agua llegue a esta zona».
Martín apunta que «el objetivo es que los riegos se retrasen poco» pero no oculta que «las alternativas son muy complicadas y hay que hacer obras de emergencia, la isla es como es, lleva un trabajo inmenso«, subrayando que no saben cuando se puede empezar a regar.
El presidente de ASPA comenta también que aún es difícil hacer cálculos sobre los daños en el terreno –se estima entre 300 y 600 hectáreas arrasadas por la lava– pero advierte de que las fincas de plátanos se encontraban en el pico máximo de producción y por tanto, en una demanda alta de agua.
«Los plátanos la están necesitando. Parte de la cosecha ya está perdida y no queremos que los hijos se pierdan para la siguiente cosecha», detalla.