miércoles, 30 abril 2025

Este pueblo español celebra su fiesta mayor en calzoncillos

España es tierra de tradiciones insólitas, de celebraciones que hunden sus raíces en lo más profundo de la historia y que, a ojos extraños, pueden parecer desconcertantes o incluso extremas. En el corazón de la comarca de La Vera, en Cáceres, existe un pueblo cuya Semana Santa se vive con una intensidad y una particularidad que la hacen única en el mundo, un lugar donde la fe, la penitencia y el silencio adquieren una dimensión sobrecogedora durante la noche del Jueves Santo. Hablamos de Valverde de la Vera y su sobrecogedora Fiesta de los Empalaos, un ritual ancestral que desafía el paso del tiempo y la comprensión moderna, atrayendo miradas de curiosidad y respeto a partes iguales hacia esta localidad extremeña.

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La imagen es impactante y difícil de olvidar: hombres descalzos, con el torso desnudo y cubiertos únicamente por unas enagüillas blancas, recorren las empinadas calles en la oscuridad, soportando sobre sus hombros un pesado timón de madera atado con ásperas sogas de esparto que les ciñen dolorosamente el cuerpo. No son simples participantes, son los ‘Empalaos’, figuras centrales de una procesión silenciosa y anónima, una manifestación de devoción personal llevada al extremo físico, que convierte cada rincón de Valverde en un escenario de respeto, misterio y profunda espiritualidad. Esta ceremonia, declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional, es mucho más que un evento folclórico; es la expresión viva de una fe inquebrantable y una identidad colectiva forjada a lo largo de los siglos.

UN LEGADO DE SIGLOS: ¿DE DÓNDE VIENE ESTA TRADICIÓN EXTREMEÑA?

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Rastrear el origen exacto de los Empalaos es sumergirse en un mar de hipótesis y leyendas, donde la documentación histórica es escasa y fragmentaria. Algunos estudiosos apuntan a posibles raíces prerromanas, ritos de iniciación o fertilidad adaptados posteriormente por el cristianismo, mientras que otros defienden un origen exclusivamente ligado a la penitencia cristiana medieval, buscando paralelismos con otras formas de flagelación y sacrificio corporal comunes en épocas pasadas en diferentes puntos de Europa. La falta de certezas no hace sino aumentar el halo de misterio que envuelve esta celebración, transmitida oralmente y a través de la práctica de generación en generación, como un tesoro custodiado celosamente por los habitantes de Valverde.

Lo que sí parece claro es la profunda raigambre de esta práctica en la comunidad local, una tradición que ha sobrevivido a prohibiciones, cambios sociales y vaivenes históricos, manteniéndose como una seña de identidad irrenunciable para este pueblo cacereño. La fuerza de la costumbre, el peso del anonimato en la promesa y el compromiso personal de los participantes han sido claves para su pervivencia, convirtiéndola en un fenómeno cultural y religioso de primer orden que trasciende la mera curiosidad etnográfica. Es una herencia viva, sentida y respetada por todos los vecinos, formen parte activa del rito o no, conscientes del valor único de su patrimonio inmaterial.

VESTIDOS DE SOGA Y FE: ASÍ SE PREPARA UN EMPALAO

Convertirse en Empalao no es una decisión que se tome a la ligera; implica una preparación física y mental considerable, llevada a cabo en la más estricta intimidad y silencio. El ritual de vestir al penitente es complejo y meticuloso: primero se colocan las enagüillas blancas, luego se le ciñe el torso desnudo con una gruesa soga de esparto, dando vueltas y más vueltas hasta formar una especie de armadura fibrosa que oprime el pecho y la espalda, un proceso que requiere fuerza y precisión para no causar daños mayores pero asegurando la firmeza necesaria. Sobre los hombros se carga el timón de arado, sujeto también con la soga, cuyos brazos extendidos simbolizan la cruz de Cristo.

El atuendo se completa con dos espadas cruzadas en la espalda, a veces sustituidas por otros elementos simbólicos, y una corona de vilortas (ramas entrelazadas, a menudo de espino) que recuerda a la corona de espinas. El rostro del Empalao queda oculto por un velo o pañuelo, garantizando su anonimato, un aspecto fundamental de la promesa o ‘manda’. Durante todo el recorrido, el Empalao debe mantener un silencio absoluto y caminar descalzo, acompañado únicamente por la figura del ‘Cirineo’, un familiar o amigo cercano que le alumbra el camino con un farolillo y le ayuda si tropieza o necesita apoyo, siendo el único vínculo visible con el mundo exterior en su arduo peregrinar por el pueblo.

NOCHE DE JUEVES SANTO: SILENCIO, RESPETO Y PIEL DE GALLINA EN VALVERDE

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Cuando cae la noche del Jueves Santo sobre Valverde de la Vera, el ambiente se transforma por completo. Las luces del alumbrado público se apagan, dejando que la única iluminación provenga de las hogueras estratégicamente situadas y los farolillos que portan los Cirineos, creando un juego de sombras y penumbras que acentúa la solemnidad del momento. Un silencio denso, casi palpable, se adueña de las calles empedradas, un silencio que solo se rompe por el roce de los pies descalzos sobre el suelo frío y el sonido leve y metálico de las cadenas que arrastran otros penitentes, las ‘sayonas’.

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Miles de personas, vecinos y visitantes, se congregan en las aceras, pero lo hacen con un respeto reverencial, conscientes de estar presenciando algo sagrado y profundamente íntimo. No hay aplausos, ni murmullos elevados, ni flashes de cámaras que rompan la atmósfera; la consigna no escrita es observar en silencio, acompañar con la mirada el lento y sufrido caminar de los Empalaos, una experiencia que conmueve y sobrecoge por su autenticidad y dureza. La tensión emocional es alta, y la imagen de esos hombres avanzando en la oscuridad, cargando con su cruz particular, deja una huella imborrable en quien la contempla, transportando al espectador a otra época, a una vivencia de fe casi medieval en pleno siglo XXI en este singular pueblo.

PROMESAS, FE Y SACRIFICIO: EL SENTIDO PROFUNDO DE LA TRADICIÓN

La pregunta que inevitablemente surge ante tal despliegue de sacrificio físico es: ¿por qué? ¿Qué impulsa a un hombre a someterse voluntariamente a semejante prueba? La respuesta reside fundamentalmente en la ‘manda’, una promesa personal realizada a Cristo o a la Virgen, generalmente en momentos de gran dificultad, enfermedad propia o de un ser querido, o como agradecimiento por un favor recibido. Cumplir la manda como Empalao es, para muchos vecinos de este pueblo, un acto de fe supremo, una forma de devolver lo recibido o de buscar intercesión divina a través del propio sufrimiento, ofrecido de manera anónima y humilde.

Este componente de anonimato es crucial para entender la esencia de los Empalaos. No se busca el reconocimiento público ni la exhibición del dolor, sino el cumplimiento íntimo de un compromiso espiritual, una conexión personal y directa con la divinidad a través del sacrificio corporal. La tradición se vive desde la esfera privada, aunque se manifieste públicamente durante la procesión. Es un acto de profunda introspección y devoción que refleja una religiosidad popular muy arraigada, donde la fe se expresa no solo con oraciones, sino también con el cuerpo, asumiendo un dolor que se considera purificador y redentor, una seña de identidad de este pueblo y sus gentes.

UN TESORO VIVO EN LA VERA: PRESERVANDO LA IDENTIDAD DE UN PUEBLO

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Mantener viva una tradición tan singular y exigente en el mundo actual no está exento de desafíos. La creciente popularidad de la Fiesta de los Empalaos atrae cada año a más curiosos y turistas, lo que plantea el reto de gestionar esta afluencia sin desvirtuar la esencia íntima y respetuosa del ritual, un equilibrio delicado entre la necesaria difusión cultural y la protección de la solemnidad del acto. Las hermandades locales y el propio pueblo de Valverde de la Vera juegan un papel fundamental en la salvaguarda de sus costumbres, velando por el cumplimiento de las normas no escritas, como el silencio y el respeto al anonimato de los penitentes.

A pesar de las dificultades y de las miradas externas que a veces no comprenden la dureza del rito, los Empalaos siguen recorriendo las calles de Valverde cada Jueves Santo, como un testimonio vivo de la fuerza de la fe y la tradición. Es un legado que se resiste a desaparecer, arraigado en el corazón de la comunidad como un pilar de su identidad colectiva, un tesoro cultural y espiritual que este pueblo extremeño se esfuerza por preservar para las futuras generaciones. La noche de los Empalaos no es solo una fiesta impactante, es el alma de un pueblo hecha procesión, un pueblo que, una vez al año, se viste de soga y silencio para cumplir sus promesas más profundas.

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