Quizás te sorprenda saber que tu rostro, esa carta de presentación al mundo que cuidas con esmero, es en realidad un ecosistema bullicioso a escala microscópica. Y entre sus habitantes más curiosos y permanentes se encuentra un bicho diminuto, casi invisible, que ha hecho de tus folículos pilosos su hogar desde tiempos inmemoriales. Hablamos de los ácaros Demodex, unos compañeros de piso que, aunque suene inquietante, forman parte de la normalidad biológica de prácticamente todos los seres humanos adultos del planeta.
La idea de tener criaturas viviendo en nuestra piel puede generar cierto repelús inicial, es comprensible, pero la realidad es mucho menos alarmante de lo que parece a simple vista. Estos ácaros, lejos de ser parásitos agresivos en la mayoría de los casos, coexisten con nosotros en una relación generalmente pacífica, alimentándose discretamente de las células muertas y el sebo que producimos. Su presencia es tan común y extendida que los científicos consideran que forman parte de nuestro microbioma cutáneo natural, un complejo entramado de microorganismos que juega un papel aún no del todo comprendido en la salud de nuestra piel.
3VIDA NOCTURNA Y DIETA LIGERA: LAS COSTUMBRES DEL ÁCARO

Los Demodex son criaturas de hábitos nocturnos. Durante el día permanecen resguardados en la profundidad de los folículos y las glándulas, pero al caer la noche, aprovechan la oscuridad para salir a la superficie de la piel. Su principal misión nocturna es buscar pareja para reproducirse, un proceso que realizan sobre nuestra epidermis mientras dormimos, ajenos a su discreta actividad. Su movimiento es lento, apenas unos milímetros por hora, por lo que su presencia es completamente imperceptible para nosotros. Este bicho se alimenta principalmente de las células que recubren el folículo y del sebo producido por las glándulas.
Su ciclo de vida completo dura aproximadamente entre dos y tres semanas. Comienza con la puesta de huevos cerca de la abertura del folículo o la glándula sebácea. De estos huevos eclosionan larvas de seis patas que mudan varias veces (pasando por los estadios de protoninfa y deutoninfa, ya con ocho patas) hasta convertirse en adultos maduros sexualmente. Una vez completado su ciclo vital y reproductivo, los ácaros mueren y se descomponen dentro del propio folículo o glándula, un final de ciclo que, en condiciones normales, nuestro sistema inmunitario maneja sin mayor complicación.