martes, 29 abril 2025

Este gesto al caminar que previene el dolor de rodillas, según los traumatólogos

Caminar es, posiblemente, el ejercicio más democrático y accesible que existe, una actividad cotidiana que damos por sentada hasta que algo empieza a fallar. Pocas cosas resultan tan molestas y limitantes como las molestias en las articulaciones inferiores, y una mala técnica al andar puede convertir este acto natural en una fuente recurrente de dolor de rodillas. La buena noticia es que, a menudo, la solución no requiere tratamientos complejos ni intervenciones drásticas, sino algo tan simple como prestar atención a cómo apoyamos los pies en el suelo, un detalle que puede marcar una diferencia abismal en nuestra calidad de vida y bienestar articular a largo plazo.

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La sabiduría popular a veces choca con la evidencia científica, pero en este caso, los consejos de los especialistas en traumatología coinciden con una lógica aplastante: la forma en que interactuamos con el terreno a cada paso tiene consecuencias directas sobre nuestras rodillas. Existe un gesto sencillo, casi instintivo si lo pensamos bien, que actúa como un escudo protector para estas articulaciones vitales, un mecanismo natural de amortiguación que hemos ido olvidando o descuidando en nuestro ajetreado día a día. Se trata de recuperar la secuencia correcta de la pisada, esa que empieza apoyando el talón y termina impulsándonos con los dedos, un movimiento fluido que distribuye las cargas de manera eficiente y minimiza el impacto que tanto castiga a nuestro aparato locomotor.

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LA BIOMECÁNICA DEL PASEO: MÁS QUE PONER UN PIE DELANTE DEL OTRO

Fuente: Freepik

Entender cómo funciona nuestro cuerpo al caminar es fundamental para apreciar la importancia de una técnica adecuada. Cada paso que damos genera una fuerza de impacto que se transmite desde el pie hacia arriba, recorriendo tobillos, rodillas, caderas y columna vertebral. Si esta fuerza no se gestiona correctamente, el impacto repetido puede pasar factura, especialmente en las articulaciones de carga como las rodillas, que actúan como bisagras complejas y amortiguadores naturales, pero con una capacidad limitada para soportar estrés mal dirigido o excesivo. La biomecánica de la marcha es una sinfonía de movimientos coordinados que busca la máxima eficiencia con el mínimo desgaste.

Cuando caminamos de forma incorrecta, por ejemplo, aterrizando con la parte delantera del pie o con toda la planta a la vez, interrumpimos esta secuencia natural. Esta alteración provoca que las fuerzas de impacto se concentren de manera anómala en ciertas estructuras, sobrecargando los tendones, ligamentos y, sobre todo, el cartílago articular de la rodilla. A la larga, esta tensión indebida puede llevar a inflamación, desgaste prematuro y la aparición del temido dolor de rodillas, convirtiendo un simple paseo en una experiencia desagradable y limitante para quien lo sufre de manera continuada.

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