Vivimos rodeados de pantallas, una extensión casi natural de nuestras vidas que ha conquistado también el interior de nuestros vehículos. Lejos quedan aquellos salpicaderos analógicos, ahora dominados por interfaces táctiles que prometen conectividad y entretenimiento, pero que esconden un riesgo cada vez más evidente en nuestras carreteras. La DGT lleva tiempo alertando sobre los peligros de las distracciones al volante, y aunque el teléfono móvil ha sido el principal señalado durante años, una nueva amenaza silenciosa se cobra cada vez más protagonismo en las estadísticas de siniestralidad.
La comodidad de tener el mundo al alcance de un dedo mientras conducimos se ha convertido en una trampa peligrosa. Manipular el navegador GPS, ajustar la climatización a través de un menú digital o simplemente cambiar de canción en la pantalla central del coche son gestos aparentemente inofensivos que, sin embargo, apartan nuestra atención de lo único que debería importarnos: la carretera. Es una realidad incómoda pero innegable, la tecnología que nos facilita la vida fuera del coche puede convertirse en un enemigo letal dentro de él, y las cifras de accidentes relacionados con estas acciones empiezan a ser alarmantes, superando incluso a las provocadas por el uso del móvil mientras se conduce.
3NAVEGAR, AJUSTAR, ELEGIR CANCIÓN: MICROTAREAS QUE CUESTAN VIDAS

Las acciones concretas que realizamos en estas pantallas son variadas y, a menudo, percibidas como necesarias o rutinarias. Introducir una dirección en el GPS, buscar un punto de interés cercano, ajustar la temperatura del climatizador deslizando un dedo por la pantalla, seleccionar una lista de reproducción específica o incluso configurar las preferencias del vehículo son operaciones comunes. Sin embargo, la complejidad creciente de las interfaces, con múltiples menús y submenús, obliga a desviar la mirada durante más tiempo del deseable, convirtiendo estas «microtareas» en factores de riesgo significativo, especialmente en entornos de tráfico denso o condiciones meteorológicas adversas.
El problema se agrava por la propia naturaleza de las pantallas táctiles, que carecen de la referencia física de los botones tradicionales. Esto obliga al conductor a confirmar visualmente cada pulsación, aumentando el tiempo que los ojos no están puestos en la carretera. Aunque los sistemas de control por voz han avanzado, no siempre son precisos o requieren una estructura de comandos que también puede distraer cognitivamente. La familiaridad con la tecnología nos lleva a subestimar el peligro, **creyendo erróneamente que podemos gestionar estas interacciones sin comprometer la seguridad, una confianza excesiva que la *DGT* trata de combatir con información y datos.