martes, 29 abril 2025

Esta abeja que solo existe en Tenerife y es clave para el ecosistema de toda España

Las islas, esos laboratorios naturales aislados por el vasto océano, a menudo custodian secretos biológicos que desafían nuestras concepciones sobre la evolución y la resistencia. Entre estos tesoros vivos destaca una abeja singular, la Apis mellifera canaria, un endemismo tinerfeño cuya existencia no solo enriquece la biodiversidad local, sino que también representa una pieza fundamental y una esperanza silenciosa para el equilibrio ecológico y apícola de toda España, gracias a unas características únicas forjadas por el aislamiento. Su historia es un fascinante relato de adaptación y supervivencia en un entorno único.

Publicidad

Este insecto, de apariencia quizás no muy distinta a sus parientes peninsulares a simple vista, encierra en su genética y comportamiento las claves de una fortaleza inusual frente a amenazas que diezman colmenas en todo el mundo. La Apis mellifera canaria no es solo una curiosidad científica o un patrimonio natural de las Canarias; su estudio y preservación podrían ofrecer lecciones vitales y herramientas inesperadas para afrontar las crisis que afectan a las poblaciones de polinizadores en la península Ibérica y más allá, demostrando cómo el aislamiento geográfico puede convertirse en un escudo protector, una ventaja evolutiva de valor incalculable en tiempos de fragilidad ecológica global.

UN TESORO ALADO CON ACENTO CANARIO

YouTube video

La Apis mellifera canaria, conocida coloquialmente como la abeja negra canaria, es una subespecie autóctona que solo se encuentra de forma natural en la isla de Tenerife, aunque su influencia genética se extiende a otras islas del archipiélago. Su linaje se remonta a las primeras abejas que llegaron a las islas, probablemente desde África, hace milenios, adaptándose de manera excepcional a las condiciones climáticas y florales específicas de este territorio volcánico, un proceso lento pero constante de selección natural. Esta adaptación se refleja en su morfología, ligeramente diferente, con un color más oscuro y un tamaño adaptado a la flora local, pero sobre todo en su comportamiento y su increíble resistencia.

Su exclusividad tinerfeña la convierte en un patrimonio genético de valor incalculable, un legado vivo que ha permanecido relativamente intacto gracias a las barreras naturales impuestas por el Atlántico. La conservación de esta abeja es, por tanto, no solo una cuestión de proteger la biodiversidad canaria, sino de salvaguardar un reservorio genético único en el mundo, un ejemplo palpable de cómo la evolución insular puede generar maravillas de adaptación, cuya importancia trasciende las fronteras del archipiélago y se proyecta hacia los desafíos globales de la apicultura moderna.

LA FORTALEZA INESPERADA DEL AISLAMIENTO MILENARIO

El secreto mejor guardado de la abeja negra canaria reside, precisamente, en su aislamiento geográfico milenario, una condición que la ha mantenido alejada de muchas de las enfermedades y parásitos que han causado estragos en las poblaciones de abejas de Europa continental. Durante siglos, la barrera oceánica actuó como un filtro sanitario natural, impidiendo o dificultando enormemente la llegada de patógenos y plagas foráneas que sí afectaron a sus congéneres peninsulares y del resto del continente, permitiendo a la subespecie canaria evolucionar en un entorno relativamente protegido. Este aislamiento ha sido clave para su supervivencia resiliente.

Esta separación prolongada no solo la protegió de amenazas externas, sino que también permitió que desarrollara mecanismos de defensa propios y una adaptación muy afinada a su entorno particular. La menor presión de ciertas enfermedades ha resultado en una abeja con una constitución robusta y posiblemente con respuestas inmunitarias diferenciadas, características que ahora la sitúan en el punto de mira de la comunidad científica y apícola, como un modelo de resistencia natural que podría albergar claves para fortalecer a otras poblaciones de Apis mellifera más vulnerables.

GUARDIANA NATURAL FRENTE A LA VARROA DESTRUCTORA

YouTube video

Una de las resistencias más notables y estudiadas de la Apis mellifera canaria es su tolerancia al ácaro Varroa destructor, el parásito que se considera la mayor amenaza para la apicultura a nivel mundial, responsable de la pérdida de millones de colmenas. Mientras que en la península y en gran parte del planeta los apicultores deben aplicar tratamientos químicos constantes para controlar este ácaro, la abeja negra canaria ha demostrado una capacidad natural para convivir con él e incluso limitar su proliferación dentro de la colmena, un fenómeno que despierta un enorme interés. Esta capacidad parece estar relacionada con comportamientos higiénicos más desarrollados y posiblemente factores genéticos específicos.

Publicidad

Esta tolerancia natural no significa inmunidad total, pero sí una capacidad significativamente mayor para gestionar la infestación por Varroa sin llegar al colapso de la colonia, algo excepcional en el panorama apícola actual. Investigar a fondo los mecanismos detrás de esta resistencia, ya sean comportamentales como el acicalamiento o la detección y eliminación de crías parasitadas, o fisiológicos ligados a su genética, podría abrir nuevas vías para desarrollar estrategias de manejo más sostenibles y menos dependientes de acaricidas para proteger a la abeja común en otras regiones, incluyendo por supuesto la península Ibérica.

POLINIZADORA ESENCIAL: EL MOTOR SILENCIOSO DEL CAMPO CANARIO

Más allá de su resistencia a plagas, la abeja negra canaria desempeña un papel ecológico crucial como principal polinizador de la flora autóctona de Tenerife y, por extensión, de Canarias. Su perfecta adaptación a las condiciones locales la convierte en una pieza insustituible para la reproducción de numerosas especies vegetales endémicas, muchas de las cuales dependen estrechamente de esta abeja para su supervivencia, contribuyendo así de manera decisiva a mantener la riqueza y singularidad de los ecosistemas insulares, desde las zonas costeras hasta las cumbres del Teide. Su labor es fundamental para la salud de estos hábitats únicos.

La interacción entre la Apis mellifera canaria y la flora endémica es un ejemplo claro de coevolución, donde ambos elementos se han moldeado mutuamente a lo largo del tiempo. Preservar esta abeja no es solo proteger a un insecto fascinante, sino asegurar la continuidad de los procesos ecológicos que sustentan la biodiversidad canaria, incluyendo la producción de mieles monoflorales únicas como la de retama del Teide o tajinaste, productos que también forman parte del patrimonio cultural y gastronómico del archipiélago y dependen directamente de la salud de esta incansable polinizadora. La vitalidad de muchos paisajes canarios depende de esta pequeña trabajadora.

¿LA ESPERANZA OSCURA PARA LA APICULTURA PENINSULAR?

YouTube video

Ante el declive preocupante de las poblaciones de abejas en la península Ibérica, causado por una combinación de factores como el uso de pesticidas, la pérdida de hábitat, el cambio climático y, por supuesto, el impacto de enfermedades como la varroosis, la existencia de la resistente abeja negra canaria emerge como un faro de esperanza. Su estudio genético y comportamental podría desvelar claves para mejorar la resiliencia de las subespecies peninsulares, quizás mediante programas de cría selectiva que incorporen algunos de sus rasgos de resistencia, aunque siempre con extrema cautela para no alterar los equilibrios locales ni diluir la diversidad genética existente.

La Apis mellifera canaria representa, por tanto, mucho más que un endemismo insular; es un potencial reservorio de soluciones para la crisis apícola que afecta a toda España y a Europa. Protegerla en su hábitat natural, investigar a fondo sus secretos biológicos y considerar con prudencia cómo su fortaleza podría inspirar o complementar las estrategias de conservación y mejora de la abeja melífera en la península, son tareas urgentes que requieren una colaboración estrecha entre científicos, apicultores y administraciones, reconociendo el valor estratégico de esta joya de la biodiversidad canaria para el futuro de la polinización y la agricultura en un contexto más amplio. La supervivencia de esta abeja particular podría tener implicaciones mucho mayores de lo que imaginamos. La última abeja mencionada aquí refuerza su importancia capital.

Publicidad
Publicidad