La escalada en los precios de la electricidad ha convertido la gestión del consumo energético en una prioridad para los hogares españoles. Este aparato, presente en prácticamente todas las viviendas modernas, puede estar devorando silenciosamente tu presupuesto familiar sin que seas consciente de ello. La cocina eléctrica, con sus placas vitrocerámicas o de inducción, representa uno de los mayores sumideros energéticos domésticos, especialmente cuando su uso no se optimiza adecuadamente.
El consumo descontrolado de electricidad no solo afecta al bolsillo, sino que también tiene implicaciones medioambientales significativas en un contexto de crisis climática. Los expertos en eficiencia energética llevan años advirtiendo sobre la necesidad de revisar nuestros hábitos de consumo, empezando por aquellos electrodomésticos que requieren mayor potencia para su funcionamiento. Entre estos dispositivos, la cocina eléctrica destaca como uno de los principales responsables del incremento en las facturas mensuales, especialmente en hogares donde se cocina con frecuencia.
1EL GRAN DEPREDADOR DE TU ECONOMÍA DOMÉSTICA

Los datos no mienten y las estadísticas recogidas por el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) confirman que la cocina representa aproximadamente el 8% del consumo energético total en un hogar medio español. Aunque pueda parecer un porcentaje modesto, cuando lo trasladamos a euros en la factura mensual, la cifra resulta considerablemente más alarmante. Un aparato de estas características, dependiendo de su potencia y frecuencia de uso, puede suponer un gasto adicional de entre 15 y 35 euros mensuales.
La eficiencia energética de este electrodoméstico varía significativamente según su antigüedad y tecnología. Las cocinas eléctricas convencionales con resistencias consumen hasta un 40% más de electricidad que los modelos de inducción más modernos. Este sobreconsumo se traduce directamente en un incremento de la factura eléctrica, convirtiendo a estos aparatos antiguos en auténticos vampiros energéticos que succionan recursos económicos de manera constante. La renovación tecnológica puede suponer una inversión inicial considerable, pero el ahorro a medio y largo plazo justifica claramente el desembolso.