lunes, 28 abril 2025

El alimento ‘zombie’ que compras como ‘fresco’ pero lleva meses muerto, esta es la señal para detectarlo

El mostrador de la pescadería puede ser un campo de minas para el consumidor incauto. La promesa de un alimento fresco y saludable, tan arraigada en nuestra dieta mediterránea, no siempre se corresponde con la realidad que llega a nuestro plato, escondiendo secretos que pocos conocen pero que afectan directamente a la calidad de lo que comemos. A veces, lo que se presenta como recién sacado del mar lleva más tiempo viajando, y en condiciones muy distintas, de lo que podríamos imaginar, una especie de impostor silencioso en nuestra cesta de la compra.

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Esta situación, más común de lo que pensamos, nos enfrenta a una realidad incómoda sobre la cadena de suministro alimentaria actual. La globalización y la demanda constante de ciertos productos fuera de temporada han normalizado prácticas que, aunque legales si se declaran correctamente, pueden inducir a error si la información no es transparente o se presenta de forma ambigua, transformando un producto que fue congelado hace semanas o meses en un supuesto manjar «fresco». Comprender las señales para distinguir la verdad tras el mostrador se convierte, por tanto, en una herramienta esencial para el consumidor informado y exigente que busca autenticidad y calidad real.

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EL ENGAÑO EN LA ETIQUETA: CUANDO ‘FRESCO’ NO LO ES TANTO

Fuente: Freepik

La legislación europea y española obliga a indicar si un producto pesquero puesto a la venta ha sido previamente congelado, generalmente con la mención «descongelado». Sin embargo, la picaresca y la falta de inspecciones rigurosas en todos los puntos de venta pueden llevar a que esta información se omita o se presente de forma poco clara, induciendo al consumidor a creer que está adquiriendo un producto fresco cuando no lo es. Este vacío informativo juega en contra de la transparencia y del derecho del consumidor a saber exactamente qué tipo de alimento está comprando.

El principal motor detrás de esta práctica es, sin duda, el económico. Vender pescado descongelado como si fuera fresco permite obtener un margen de beneficio considerablemente mayor, aprovechando la disposición del consumidor a pagar más por la supuesta frescura y calidad superior. Esta competencia desleal perjudica no solo al comprador, sino también a los pescadores y comerciantes honestos que sí ofrecen un producto genuinamente fresco, a menudo a un precio que refleja su calidad y los costes asociados a su rápida distribución, haciendo de este alimento algo más exclusivo.

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