Llenar el carro de la compra se ha convertido en una auténtica yincana para el bolsillo del consumidor español. La OCU viene advirtiendo desde hace meses sobre prácticas cada vez más habituales en las grandes superficies que, aunque legales, rozan la frontera de lo éticamente aceptable. Lo que antes era un simple acto cotidiano ahora requiere de calculadora, lupa y una buena dosis de escepticismo para no caer en las sutiles trampas que los fabricantes y distribuidores han perfeccionado hasta convertirlas en un arte.
El impacto de la inflación en la cesta de la compra ha llevado a muchas familias a extremar las precauciones y buscar el máximo ahorro posible. Sin embargo, los consumidores se enfrentan a una batalla desigual donde las estrategias de marketing confunden más que informan. La OCU ha puesto el foco en una práctica que afecta especialmente a productos de consumo habitual: la llamada «reduflación» o «shrinkflation», que consiste en reducir el tamaño o la cantidad del producto manteniendo el mismo precio, así como promociones engañosas tipo 2×1 que realmente no suponen ningún ahorro.
1LA «REDUFLACIÓN»: CUANDO MENOS ES MENOS, PERO CUESTA LO MISMO

El fenómeno conocido como «reduflación» (adaptación del término inglés «shrinkflation») se ha convertido en el caballo de batalla de la OCU en los últimos meses. Esta práctica, que afecta principalmente a productos básicos de la cesta de la compra como lácteos, conservas, pastas o detergentes, consiste en reducir sutilmente la cantidad de producto. Los fabricantes mantienen el mismo envase y diseño, apenas modificando la información sobre el peso o volumen, pero el contenido real disminuye mientras el precio se mantiene o incluso aumenta.
Un estudio reciente realizado por la OCU detectó más de 70 productos de uso cotidiano que han sufrido reducciones de entre el 5% y el 20% en su contenido en el último año. Los consumidores, acostumbrados a comprar por rutina y reconocimiento visual de los productos, raramente perciben estos cambios hasta que es demasiado tarde. La OCU señala que esta práctica, aunque legal siempre que se indique correctamente el peso en el envase, constituye una forma solapada de subir precios sin alertar al consumidor, quien acaba pagando más por menos sin ser plenamente consciente.