Quedarse tirado en la carretera es una de esas pesadillas que ningún conductor quiere experimentar, un contratiempo que convierte un viaje rutinario en una situación de riesgo inesperado y considerable. Más allá de la avería mecánica o el pinchazo, el verdadero peligro acecha en la vulnerabilidad que supone estar detenido en el arcén, especialmente en vías rápidas donde los vehículos circulan a velocidades elevadas y el margen de reacción es mínimo; por ello, la Dirección General de Tráfico, la DGT, insiste constantemente en la necesidad de seguir a rajatabla los protocolos de seguridad establecidos. Ignorar estas indicaciones no solo acarrea sanciones económicas, sino que pone en grave peligro la integridad física propia y la de los demás usuarios de la vía, transformando un simple incidente en una potencial tragedia.
La confusión o el pánico del momento pueden llevar a cometer errores fatales, gestos aparentemente menores que multiplican exponencialmente el riesgo de atropello. Salir del coche sin la debida protección o señalizar incorrectamente la inmovilización son acciones que, lamentablemente, siguen estando detrás de demasiados siniestros viales evitables. Es fundamental comprender que las normativas impuestas no son caprichos administrativos, sino medidas diseñadas para proteger vidas en circunstancias de extrema fragilidad. Conocer y aplicar correctamente el procedimiento en caso de avería es, por tanto, una responsabilidad ineludible para cualquier persona que se ponga al volante, una lección que conviene tener bien aprendida antes de que la teoría se convierta en una cruda realidad en el asfalto.
2EL CHALECO QUE TE SALVA EL PELLEJO

Una de las primeras y más cruciales medidas de autoprotección al sufrir una avería en carretera es el uso del chaleco reflectante de alta visibilidad. Este elemento, que debe estar homologado y guardado en un lugar accesible desde el interior del vehículo, como la guantera o las bolsas de las puertas, es absolutamente imprescindible antes de poner un pie fuera del coche. La normativa de la DGT es clara al respecto: el chaleco debe ponerse antes de salir del habitáculo, garantizando así que desde el primer instante en que somos peatones en la calzada o el arcén, seamos lo más visibles posible para el resto de conductores. Su color llamativo y las bandas reflectantes multiplican las posibilidades de ser vistos a distancia, tanto de día como, sobre todo, de noche o en condiciones de baja luminosidad.
Incumplir esta norma básica no solo supone una infracción sancionable económicamente, sino que equivale a jugarse la vida de manera innecesaria. La diferencia entre ser visto con antelación o pasar desapercibido hasta el último segundo puede ser la línea que separa un susto de una tragedia. La DGT insiste en que la obligatoriedad del chaleco responde a una necesidad imperiosa de protección en un entorno hostil, y su uso correcto es el primer paso fundamental para minimizar los riesgos asociados a una inmovilización forzosa del vehículo en la vía; no llevarlo puesto al bajar del coche es una imprudencia grave que anula una de las principales barreras de seguridad disponibles.