Cada vez que compramos fruta en el supermercado, sostenemos entre nuestras manos un pequeño enigma que pasa desapercibido para la mayoría de los consumidores. En la discreta etiqueta adhesiva que adorna manzanas, plátanos o peras se esconde un código numérico que revela información crucial sobre su origen y producción. Este sistema de codificación PLU (Price Look-Up) contiene secretos sobre la etiqueta que pocas personas conocen y que podría cambiar radicalmente la forma en que seleccionamos nuestros alimentos.
Desde los años 90, la Federación Internacional para los Estándares de Productos (IFPS) estableció un sistema de códigos para hacer más sencilla la identificación de frutas, verduras y otros productos frescos. Lo que muchos ignoran es que estas pequeñas pegatinas no solo facilitan el trabajo de cajeros y distribuidores, sino que pueden advertirnos sobre métodos de cultivo potencialmente controvertidos y orígenes que las grandes cadenas prefieren no destacar en sus campañas publicitarias.
5EL DERECHO A SABER LO QUE COMEMOS
El sistema de codificación PLU refleja una cuestión fundamental en la sociedad contemporánea: el derecho de los consumidores a conocer el origen y las características de los alimentos que ingieren. En un mundo donde la información es poder, estos pequeños códigos representan una herramienta potencialmente revolucionaria para tomar decisiones informadas sobre nuestra alimentación. Sin embargo, su efectividad depende enteramente de la correcta implementación y transparencia del sistema.
La lucha por el etiquetado obligatorio de transgénicos ha generado intensos debates y campañas ciudadanas en numerosos países. En Europa, por ejemplo, las regulaciones exigen que cualquier producto con más de un 0,9% de ingredientes modificados genéticamente sea etiquetado como tal. En contraste, en otros mercados importantes como Estados Unidos, las batallas legales y los intereses económicos han dificultado la implementación de sistemas de etiquetado claros y accesibles para el consumidor medio. Mientras tanto, esa pequeña etiqueta en tu manzana o plátano sigue guardando secretos que pocos conocen.
Con la información adecuada, los consumidores pueden finalmente descifrar el código oculto en sus frutas favoritas y tomar decisiones alimentarias basadas en sus propias convicciones y necesidades. Ya sea optando por productos orgánicos, convencionales o, si pudieran identificarlos, transgénicos, la clave está en la transparencia que debería proporcionar cada etiqueta adherida a nuestros alimentos. Porque al final del día, conocer lo que comemos no debería ser un privilegio ni requerir conocimientos especializados, sino un derecho fundamental para todos los consumidores.