martes, 22 abril 2025

Creías que era sano, pero este ‘superalimento’ de verano te está envenenando poco a poco

El verano llega cargado de promesas: días más largos, tiempo libre y, para muchos, la intención de cuidarse un poco más aprovechando la abundancia de frutas y productos frescos. Buscamos opciones ligeras, refrescantes y, sobre todo, sanas, dejándonos llevar a menudo por etiquetas brillantes y reclamos de salud casi milagrosos. Sin embargo, bajo esa apariencia saludable, se esconden a veces trampas nutricionales que, lejos de beneficiarnos, pueden estar minando nuestra salud sigilosamente, convirtiendo un supuesto superalimento en un invitado poco deseable en nuestra dieta estival.

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La industria alimentaria, consciente de este deseo colectivo por lo saludable, ha perfeccionado el arte de vestir de cordero a lobos nutricionales. Productos que se anuncian como la panacea para depurar el cuerpo, cargarnos de energía o ayudarnos a mantener la línea, pueden contener ingredientes o haber sido sometidos a procesos que desvirtúan por completo su pretendido valor. Es fundamental desarrollar un ojo crítico y aprender a leer más allá del marketing para discernir qué es verdaderamente beneficioso y qué es simplemente un espejismo bien empaquetado, especialmente cuando se trata de esas opciones rápidas y aparentemente inocuas que proliferan con el calor.

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BARRITAS ENERGÉTICAS Y CEREALES ‘FIT’: AZÚCAR DISFRAZADO DE SALUD

Fuente Freepik

El ritmo de vida actual y la búsqueda de soluciones rápidas para comer entre horas o desayunar de forma supuestamente equilibrada han catapultado al estrellato a las barritas energéticas y los cereales catalogados como ‘fitness’ o ‘saludables’. Se presentan como aliados para deportistas, personas ocupadas o cualquiera que busque un aporte de energía sin complicaciones, a menudo enriquecidos con fibra, proteínas o vitaminas y decorados con imágenes de frutas o granos integrales. No obstante, un vistazo detenido a la lista de ingredientes revela frecuentemente una realidad menos idílica, donde el azúcar, bajo múltiples denominaciones (jarabe de glucosa, fructosa, dextrosa, maltodextrina, etc.), ocupa los primeros puestos, acompañado de harinas refinadas, grasas de baja calidad y aditivos varios. Incluso un producto etiquetado como superalimento puede esconder estas trampas.

Estos productos, lejos de proporcionar energía sostenida, suelen provocar picos de glucosa en sangre seguidos de bajones, generando más hambre y antojos al poco tiempo. La presencia de fibra o proteína añadida puede ser un reclamo, pero a menudo se encuentra en cantidades insuficientes para contrarrestar el impacto del azúcar y los carbohidratos refinados, y la calidad de esa proteína (frecuentemente soja texturizada o aislados) puede ser cuestionable. Es fundamental leer y comprender las etiquetas nutricionales completas, fijándose no solo en las calorías sino en la procedencia de las mismas y en la lista de ingredientes, optando preferiblemente por alternativas más sencillas y naturales como un puñado de frutos secos, una pieza de fruta o un yogur natural sin azúcar, que sí pueden considerarse un verdadero superalimento para picar entre horas.

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