martes, 22 abril 2025

Creías que era sano, pero este ‘superalimento’ de verano te está envenenando poco a poco

El verano llega cargado de promesas: días más largos, tiempo libre y, para muchos, la intención de cuidarse un poco más aprovechando la abundancia de frutas y productos frescos. Buscamos opciones ligeras, refrescantes y, sobre todo, sanas, dejándonos llevar a menudo por etiquetas brillantes y reclamos de salud casi milagrosos. Sin embargo, bajo esa apariencia saludable, se esconden a veces trampas nutricionales que, lejos de beneficiarnos, pueden estar minando nuestra salud sigilosamente, convirtiendo un supuesto superalimento en un invitado poco deseable en nuestra dieta estival.

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La industria alimentaria, consciente de este deseo colectivo por lo saludable, ha perfeccionado el arte de vestir de cordero a lobos nutricionales. Productos que se anuncian como la panacea para depurar el cuerpo, cargarnos de energía o ayudarnos a mantener la línea, pueden contener ingredientes o haber sido sometidos a procesos que desvirtúan por completo su pretendido valor. Es fundamental desarrollar un ojo crítico y aprender a leer más allá del marketing para discernir qué es verdaderamente beneficioso y qué es simplemente un espejismo bien empaquetado, especialmente cuando se trata de esas opciones rápidas y aparentemente inocuas que proliferan con el calor.

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ACEITES VEGETALES REFINADOS: EL ENEMIGO SILENCIOSO EN TU ENSALADA

Fuente Freepik

Las ensaladas son las reinas indiscutibles de las comidas veraniegas, y el aliño juega un papel crucial en su sabor y, teóricamente, en su salubridad. Sin embargo, muchos de los aceites vegetales que encontramos habitualmente en las estanterías y que se usan masivamente en la restauración y en productos procesados distan mucho de ser la opción más saludable. Aceites como el de girasol, maíz, soja o colza, cuando son refinados, sufren procesos industriales a altas temperaturas y con solventes químicos que alteran su estructura molecular, eliminando nutrientes valiosos y generando compuestos potencialmente perjudiciales. Estos aceites suelen ser muy ricos en ácidos grasos omega-6, cuyo consumo excesivo y desequilibrado respecto a los omega-3 puede promover estados inflamatorios crónicos en el organismo, la antesala de numerosas enfermedades.

El problema se agrava porque estos aceites refinados son increíblemente ubicuos, encontrándose no solo en la botella que compramos para cocinar o aliñar, sino también como ingrediente oculto en una miríada de productos procesados: desde mayonesas y salsas comerciales hasta bollería industrial, snacks salados y platos preparados. Su bajo coste y su sabor neutro los hacen ideales para la industria, pero su inestabilidad al calor puede generar radicales libres y compuestos tóxicos durante la cocción, contribuyendo al estrés oxidativo celular. Optar por aceites de mayor calidad como el aceite de oliva virgen extra, usado en crudo o para cocciones suaves, es una alternativa mucho más interesante desde el punto de vista nutricional, acercándose más a lo que esperaríamos de un superalimento graso.

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