El verano llega cargado de promesas: días más largos, tiempo libre y, para muchos, la intención de cuidarse un poco más aprovechando la abundancia de frutas y productos frescos. Buscamos opciones ligeras, refrescantes y, sobre todo, sanas, dejándonos llevar a menudo por etiquetas brillantes y reclamos de salud casi milagrosos. Sin embargo, bajo esa apariencia saludable, se esconden a veces trampas nutricionales que, lejos de beneficiarnos, pueden estar minando nuestra salud sigilosamente, convirtiendo un supuesto superalimento en un invitado poco deseable en nuestra dieta estival.
La industria alimentaria, consciente de este deseo colectivo por lo saludable, ha perfeccionado el arte de vestir de cordero a lobos nutricionales. Productos que se anuncian como la panacea para depurar el cuerpo, cargarnos de energía o ayudarnos a mantener la línea, pueden contener ingredientes o haber sido sometidos a procesos que desvirtúan por completo su pretendido valor. Es fundamental desarrollar un ojo crítico y aprender a leer más allá del marketing para discernir qué es verdaderamente beneficioso y qué es simplemente un espejismo bien empaquetado, especialmente cuando se trata de esas opciones rápidas y aparentemente inocuas que proliferan con el calor.
1ZUMOS ‘DETOX’ ENVASADOS: LA TRAMPA LÍQUIDA DEL VERANO

Pasear por el supermercado en busca de una bebida refrescante y sana puede llevarnos directamente a la sección de refrigerados, donde coloridos zumos ‘detox’ prometen revitalizarnos y limpiarnos por dentro. Suelen presentarse como concentrados de frutas y verduras, una forma fácil y rápida de consumir vitaminas, pero la realidad suele ser muy diferente y alejada del concepto de alimento beneficioso. la mayoría de estos preparados contienen cantidades ingentes de azúcar, a menudo similar o superior al de un refresco azucarado tradicional, procedente no solo de las frutas sino también de azúcares añadidos o jarabes disfrazados bajo nombres aparentemente naturales. Además, el proceso de licuado industrial elimina gran parte de la fibra, un componente esencial para la saciedad y la salud intestinal, convirtiendo lo que podría ser sano en una bomba de azúcar de rápida absorción.
El etiquetado puede ser confuso, utilizando términos como «natural» o «sin azúcares añadidos» que no siempre reflejan la composición real o el impacto metabólico del producto final. Muchos de estos zumos son sometidos a pasteurización para alargar su vida útil, un proceso que inevitablemente destruye parte de las vitaminas y enzimas sensibles al calor, reduciendo su valor nutricional intrínseco. la idea de que un zumo procesado pueda ‘detoxificar’ el organismo carece de base científica sólida, ya que son nuestros riñones y nuestro hígado los encargados naturales de esa función depurativa, y no necesitan la ayuda de un costoso brebaje que, irónicamente, podría incluso sobrecargar al hígado por su alto contenido en fructosa libre, alejado de ser un auténtico superalimento.