A menudo, nuestro cuerpo nos envía señales sutiles, pequeños avisos que solemos pasar por alto en el ajetreo diario, achacándolos al estrés, al cansancio o simplemente al paso del tiempo. Sin embargo, prestar atención a estos mensajes puede ser crucial para detectar a tiempo problemas de salud subyacentes, como podría ser un desajuste en la tiroides, esa pequeña glándula con forma de mariposa que regula tantas funciones vitales en nuestro organismo. Cambios aparentemente triviales, como notar las manos más frías de lo habitual o una sequedad persistente en la piel, podrían ser la punta del iceberg de una condición que necesita atención médica, concretamente el hipotiroidismo.
Ignorar estas señales es una costumbre muy extendida; ¿quién no ha tenido las manos frías alguna vez o la piel algo reseca en invierno? Lo normalizamos, lo metemos en el saco de las «cosas que pasan». Pero cuando estos síntomas se vuelven constantes, cuando el frío en las manos parece no depender de la temperatura exterior o la piel se muestra áspera y escamosa sin una causa aparente como el uso de detergentes agresivos, es momento de levantar la antena y considerar que quizás algo más esté ocurriendo bajo la superficie. Desestimar estas pistas podría retrasar el diagnóstico de un trastorno de tiroides que, aunque manejable, requiere un tratamiento adecuado para evitar complicaciones y mejorar significativamente la calidad de vida de quien lo padece.
2LA PIEL QUE GRITA EN SILENCIO: SEQUEDAD Y ESCAMAS COMO ALERTA

Otro cambio en las manos que merece nuestra atención es una sequedad extrema y persistente de la piel, que puede llegar a presentar un aspecto escamoso, áspero e incluso agrietado. Todos experimentamos sequedad cutánea ocasional, provocada por el frío, el viento, la calefacción, el lavado frecuente de manos o el contacto con productos químicos. Pero cuando la piel de las manos se vuelve crónicamente seca, hasta el punto de que ninguna crema hidratante parece suficiente para aliviarla, y esta condición se mantiene en el tiempo sin una causa externa clara, deberíamos considerar la posibilidad de que sea un reflejo de un problema interno, como un trastorno de la tiroides.
La explicación reside, de nuevo, en el papel crucial que juegan las hormonas tiroideas en múltiples procesos fisiológicos, incluyendo la salud de nuestra piel. Un déficit de estas hormonas, característico del hipotiroidismo, puede reducir la actividad de las glándulas sudoríparas y sebáceas, disminuyendo la producción natural de sudor y sebo que mantienen la piel hidratada y protegida. Además, el metabolismo más lento afecta a la renovación celular de la epidermis, lo que contribuye a esa acumulación de células muertas que da lugar a la textura áspera y escamosa, siendo las manos una de las zonas donde estos cambios ligados a la tiroides suelen hacerse más evidentes.