Hay lugares en nuestra geografía que desafían la lógica y despiertan una fascinación casi infantil, rincones donde la naturaleza y la mano del hombre han creado postales de una belleza sobrecogedora. Uno de ellos, sin duda, se encuentra en Cataluña, un espectáculo visual que parece suspendido en el aire, aferrado a la roca como si temiera caer al vacío fluvial que lo custodia. Hablamos de Castellfollit de la Roca, una diminuta población gerundense que ostenta el título de ser uno de los pueblos más singulares no solo de la comunidad autónoma, sino de toda España, gracias a su inverosímil emplazamiento sobre una pared basáltica.
La primera impresión al divisar Castellfollit es de puro asombro, una mezcla de incredulidad y admiración ante la audacia de sus constructores ancestrales. Las casas, apretadas unas contra otras, coronan un risco de más de cincuenta metros de altura y casi un kilómetro de longitud, una lengua de piedra oscura y rugosa flanqueada por los ríos Fluvià y Toronell. Este capricho geológico, fruto de erupciones volcánicas pretéritas, confiere al pueblo un aire irreal, como si hubiera sido arrancado de las páginas de un cuento de hadas y depositado cuidadosamente en el corazón de la comarca de La Garrotxa, una imagen que se graba a fuego en la retina del visitante y que invita a descubrir los secretos que esconde este balcón natural.
5ESCAPADA DESDE BARCELONA AL PUEBLO FLOTANTE DE CATALUÑA: CÓMO LLEGAR A ESTE SUEÑO PÉTREO

Una de las grandes ventajas de Castellfollit de la Roca es su relativa proximidad a Barcelona, lo que lo convierte en un destino perfecto para una escapada de día o de fin de semana. En apenas una hora y media en coche desde la Ciudad Condal, a través de la autopista AP-7 y luego tomando la C-66 hacia Olot, es posible plantarse a los pies de este increíble pueblo ‘flotante’. El trayecto en sí ya ofrece alicientes paisajísticos, especialmente al adentrarse en las comarcas interiores de Girona, anticipando la belleza natural que aguarda en La Garrotxa, un tesoro cercano dentro de Cataluña.
Una vez en Castellfollit, es fundamental buscar los mejores puntos para admirar su espectacular silueta. El puente sobre el río Fluvià, a la entrada del pueblo viniendo desde Olot, ofrece una de las perspectivas más icónicas y fotografiadas. Otro lugar imprescindible es el mirador situado al final del risco, junto a la antigua iglesia, desde donde se domina todo el valle y se obtiene una vista de pájaro de los tejados apretados. No hay que olvidar tampoco la vista desde la carretera inferior, que permite apreciar la magnitud de la pared basáltica y la fragilidad aparente de las casas colgadas. Combinar la visita con un paseo por la cercana Olot o perderse por los senderos del parque natural completará una jornada inolvidable en este rincón mágico de Cataluña, que demuestra una vez más la increíble diversidad paisajística que alberga nuestro país y, en concreto, esta comunidad autónoma tan visitada y admirada, haciendo de Cataluña un destino recurrente.