Todos queremos que nuestro coche funcione a la perfección, que sea seguro y, por qué no decirlo, que tenga ese toque personal que lo distinga del resto. Sin embargo, hay líneas que nunca se deben cruzar, modificaciones que van mucho más allá de lo estético o de una simple mejora de rendimiento; la DGT vigila de cerca ciertas manipulaciones consideradas especialmente graves, no solo por el riesgo que suponen para la seguridad vial, sino también por constituir fraudes que pueden acarrear consecuencias legales de enorme calado, incluyendo penas de prisión en los casos más flagrantes.
La picaresca al volante es tan antigua como los propios automóviles, pero las autoridades de tráfico se han puesto cada vez más serias con aquellas alteraciones que buscan engañar a los sistemas de control del vehículo o a la propia administración. Hablamos de tocar elementos cruciales cuyo correcto funcionamiento es vital, no ya para pasar la ITV, sino para garantizar la seguridad de todos en la carretera, la protección del medio ambiente o la legalidad en sectores como el transporte profesional. Ignorar las advertencias y pensar que «no pasa nada» por manipular ciertas partes específicas del coche puede salir extraordinariamente caro, llevándonos de una simple multa administrativa a un proceso penal con consecuencias imprevisibles.
5CONSECUENCIAS COLATERALES: MÁS ALLÁ DE LA SANCIÓN DE LA DGT

Las implicaciones de manipular gravemente el tacógrafo o los sistemas anticontaminación no terminan con las posibles multas de la DGT o una eventual condena penal. Hay toda una serie de efectos secundarios que pueden complicar enormemente la vida al propietario del vehículo y al responsable de la manipulación; por ejemplo, en caso de accidente, la compañía aseguradora podría negarse a cubrir los daños si detecta que el vehículo ha sido modificado ilegalmente, especialmente si esa modificación ha podido influir en el siniestro.
Además, vender un vehículo con estas alteraciones ocultas puede acarrear denuncias por vicios ocultos o estafa, obligando a deshacer la venta y a indemnizar al comprador. La reputación de una empresa de transportes puede verse seriamente dañada si se descubre que manipula sistemáticamente los tacógrafos. En definitiva, jugar a ser más listo que la DGT y las normativas vigentes tocando partes tan sensibles del vehículo es una apuesta de altísimo riesgo con mucho que perder y muy poco que ganar a largo plazo, una realidad que conviene tener muy presente antes de tomar decisiones de las que uno pueda arrepentirse amargamente.