La noche se ha convertido en el momento predilecto de muchos adolescentes para sumergirse en un mundo digital que parece no tener fin. El vamping, esa práctica consistente en pasar horas frente a pantallas durante la madrugada, está causando estragos silenciosos en hogares de toda España mientras los padres duermen ajenos a lo que ocurre en las habitaciones de sus hijos. Este fenómeno, lejos de ser una simple moda pasajera, representa una seria amenaza para el desarrollo físico y psicológico de los más jóvenes, quienes sacrifican horas de sueño fundamentales por mantenerse conectados.
Las cifras resultan alarmantes y reflejan una realidad que no podemos seguir ignorando: más del 60% de los adolescentes españoles reconoce practicar vamping al menos tres noches por semana. Las consecuencias no tardan en manifestarse: déficit de atención, irritabilidad, bajo rendimiento académico y problemas de salud cada vez más graves. Los expertos advierten que esta alteración sistemática de los ciclos de sueño está provocando una generación de jóvenes crónicamente cansados, emocionalmente inestables y potencialmente propensos a desarrollar trastornos psicológicos de mayor envergadura en el futuro.
1LAS PANTALLAS NOCTURNAS: EL NUEVO ENEMIGO DEL DESCANSO JUVENIL

La luz azul emitida por móviles, tabletas y ordenadores interfiere directamente con la producción de melatonina, la hormona encargada de regular nuestros ciclos de sueño y vigilia, alterando los ritmos circadianos naturales del organismo. Este fenómeno biológico explica por qué la exposición a pantallas antes de dormir dificulta tanto conciliar el sueño, especialmente en cerebros en desarrollo como los de niños y adolescentes. El vamping maximiza estos efectos negativos al extender la exposición precisamente en las horas donde el cuerpo debería estar preparándose para un descanso reparador.
Los estudios neurológicos son concluyentes: un adolescente que practica vamping habitualmente puede tardar hasta 90 minutos más en alcanzar las fases profundas del sueño, aquellas fundamentales para la consolidación de la memoria y el aprendizaje, en comparación con quienes mantienen hábitos de sueño saludables. Esta privación sistemática tiene efectos acumulativos que van más allá del simple cansancio diurno, afectando al desarrollo cerebral en etapas críticas de maduración. El vamping se ha convertido así en un saboteador silencioso del potencial cognitivo de toda una generación.