Vivimos tiempos acelerados, donde la promesa de un impulso instantáneo resulta casi irresistible para muchos. La OMS lleva tiempo observando con preocupación el auge de ciertos productos que ofrecen precisamente eso, energía rápida y sin aparente esfuerzo, pero a un coste que no siempre figura en la etiqueta. Estas bebidas, omnipresentes en supermercados y consumidas a menudo por los más jóvenes, se han convertido en una muleta cotidiana para sortear el cansancio o prolongar la vigilia, ignorando las señales que nuestro propio cuerpo nos envía sabiamente cuando pide descanso o una nutrición adecuada. La cultura de la inmediatez encuentra en ellas un aliado peligroso.
El último toque de atención procedente de Ginebra no hace sino confirmar las sospechas que flotaban en el ambiente sanitario desde hace años respecto a estos ‘chutes’ embotellados. No se trata ya de simples advertencias genéricas, sino de una señalización más directa sobre la combinación explosiva de cafeína y azúcares en cantidades desorbitadas, que puede desestabilizar el delicado equilibrio de nuestro sistema cardiovascular. La popularidad de estas bebidas contrasta peligrosamente con el desconocimiento generalizado sobre sus potenciales efectos adversos a medio y largo plazo, especialmente cuando su consumo se convierte en un hábito frecuente en lugar de una excepción muy puntual. Urge una reflexión colectiva sobre qué estamos dispuestos a sacrificar por un rendimiento artificialmente sostenido.
4HIPERTENSIÓN DISFRAZADA DE VITALIDAD ARTIFICIAL

Otro efecto cardiovascular preocupante derivado del consumo frecuente de bebidas energéticas es el aumento de la presión arterial. La ingesta aguda de una sola lata puede elevar la tensión arterial sistólica y diastólica de forma significativa durante varias horas, un efecto que, si se repite con frecuencia a lo largo de semanas o meses, puede contribuir al desarrollo o empeoramiento de la hipertensión arterial crónica, una enfermedad silenciosa pero con consecuencias devastadoras a largo plazo para el corazón, el cerebro y los riñones. La OMS considera la hipertensión uno de los principales factores de riesgo modificables para enfermedades cardiovasculares, la principal causa de muerte en el mundo desarrollado.
Este incremento tensional se debe tanto a la acción vasoconstrictora de la cafeína como, potencialmente, a otros componentes presentes en la fórmula y a la interacción sinérgica entre ellos, además del posible efecto del sodio en algunas marcas. Para personas que ya padecen hipertensión o tienen una predisposición genética o por estilo de vida a desarrollarla, el consumo de estas bebidas es especialmente desaconsejable, pudiendo desencadenar picos de tensión peligrosos o interferir con la efectividad de la medicación antihipertensiva prescrita, una advertencia que la OMS recalca en sus guías de manejo de la tensión arterial. El disfraz de vitalidad y rendimiento puede ocultar un enemigo formidable para la salud de nuestras arterias.