A casi todo el mundo le ha pasado alguna vez: grabas una nota de voz rápida para enviarla por WhatsApp, te la pones para comprobar que se entiende bien antes de darle a enviar y… ¡horror! Esa voz que escuchas no parece la tuya, suena extraña, incluso ridícula, provocando una inmediata sensación de vergüenza ajena. Es un fenómeno universal, casi cómico si no fuera porque nos afecta directamente a nuestra autoimagen, y lo curioso es que no se trata de una simple manía o una percepción subjetiva exagerada; la ciencia tiene una explicación bastante clara y fascinante sobre por qué ese audio grabado nos resulta tan desconcertante y ajeno a cómo creemos sonar realmente en nuestra cabeza.
Esta disonancia acústica, esa brecha entre la voz que oímos al hablar y la que queda registrada en un dispositivo, tiene su origen en la física más básica de cómo percibimos el sonido, específicamente el nuestro. No es que el móvil o la grabadora conspiren para distorsionar nuestra voz y hacernos quedar mal, sino que experimentamos nuestro propio sonido a través de dos canales distintos simultáneamente, mientras que la grabación solo captura uno de ellos. Comprender esta diferencia, la que existe entre la conducción ósea y la conducción aérea del sonido, es la clave para entender por qué ese yo grabado nos produce tanto rechazo y por qué, en realidad, esa versión es mucho más cercana a cómo nos escuchan los demás.
5NI TAN MAL: ACOSTUMBRARSE A TU PROPIO SONIDO GRABADO

Llegados a este punto, cabe preguntarse: ¿tan terrible suena realmente nuestra voz grabada? La respuesta corta es: probablemente no, al menos no para los demás. Mientras nosotros nos enfrentamos a esa brecha entre la percepción interna y externa, el resto del mundo solo conoce la versión aérea, la del audio grabado. Para ellos, esa es simplemente nuestra voz, la que siempre han escuchado, y no les produce ninguna extrañeza ni les suena particularmente mal, salvo que objetivamente tengamos alguna cualidad vocal muy peculiar o estemos resfriados, claro está. La «vergüenza ajena» es, en gran medida, un juicio interno basado en una comparación imposible para los demás.
La buena noticia es que esta sensación de incomodidad no es permanente y se puede mitigar con la exposición. Locutores de radio, actores de doblaje, cantantes, podcasters y cualquiera que trabaje habitualmente con su voz grabada aprenden a acostumbrarse a ella. Al escuchar repetidamente su propio audio, la discrepancia entre la percepción interna y externa se reduce gradualmente, el sonido grabado se vuelve más familiar y el choque inicial desaparece. Así que, si te sigue dando reparo escuchar tus notas de voz, quizás la solución sea, paradójicamente, escucharlas más a menudo, hasta que ese audio deje de sonar como el de un extraño y lo aceptes como una parte más, la audible para todos, de ti mismo y de tu propio audio.