A casi todo el mundo le ha pasado alguna vez: grabas una nota de voz rápida para enviarla por WhatsApp, te la pones para comprobar que se entiende bien antes de darle a enviar y… ¡horror! Esa voz que escuchas no parece la tuya, suena extraña, incluso ridícula, provocando una inmediata sensación de vergüenza ajena. Es un fenómeno universal, casi cómico si no fuera porque nos afecta directamente a nuestra autoimagen, y lo curioso es que no se trata de una simple manía o una percepción subjetiva exagerada; la ciencia tiene una explicación bastante clara y fascinante sobre por qué ese audio grabado nos resulta tan desconcertante y ajeno a cómo creemos sonar realmente en nuestra cabeza.
Esta disonancia acústica, esa brecha entre la voz que oímos al hablar y la que queda registrada en un dispositivo, tiene su origen en la física más básica de cómo percibimos el sonido, específicamente el nuestro. No es que el móvil o la grabadora conspiren para distorsionar nuestra voz y hacernos quedar mal, sino que experimentamos nuestro propio sonido a través de dos canales distintos simultáneamente, mientras que la grabación solo captura uno de ellos. Comprender esta diferencia, la que existe entre la conducción ósea y la conducción aérea del sonido, es la clave para entender por qué ese yo grabado nos produce tanto rechazo y por qué, en realidad, esa versión es mucho más cercana a cómo nos escuchan los demás.
4¿QUIÉN ES ESE QUE HABLA? EL FACTOR PSICOLÓGICO

Más allá de la pura física acústica, hay un componente psicológico importante que amplifica esta sensación de extrañeza y disgusto. Nuestra voz es una parte intrínseca de nuestra identidad, un rasgo que nos define tanto como nuestro rostro o nuestra forma de caminar. Cuando escuchamos una grabación y la voz nos suena ajena, se produce una disonancia cognitiva que puede ser perturbadora; es como si una parte fundamental de nosotros mismos, algo que creíamos conocer íntimamente, se nos presentara de repente bajo una luz desconocida y, a menudo, poco favorecedora según nuestro propio criterio interno.
Este fenómeno se relaciona también con cómo construimos nuestra autoimagen. Tendemos a tener una visión ligeramente idealizada de nosotros mismos, y nuestra voz interna, más grave y resonante, contribuye a esa imagen. El audio grabado, al presentarnos una versión más «realista» (en el sentido de cómo nos oyen los demás), puede chocar con esa autoimagen idealizada, generando inseguridad o autocrítica. Es la misma razón por la que a veces no nos gusta vernos en fotos o vídeos Cuando la imagen externa no coincide con la imagen mental que tenemos, la reacción natural puede ser de rechazo o incomodidad, magnificada por el hecho de que la voz parece aún más íntima y personal.