sábado, 19 abril 2025

Según la OMS, este es el enemigo silencioso que tienes en la cocina y ataca directo a tu corazón

Nuestras cocinas son, para muchos, el corazón del hogar, un espacio asociado al confort, a la familia y, por supuesto, al buen comer. En ellas manejamos a diario ingredientes que consideramos básicos, casi inofensivos, pilares de nuestra gastronomía mediterránea tan apreciada. Sin embargo, entre esos elementos cotidianos se esconde un adversario sigiloso, uno que, según la OMS, representa una amenaza directa y creciente para nuestra salud cardiovascular, actuando sin hacer ruido hasta que a menudo es demasiado tarde: la sal, o más precisamente, el sodio que contiene.

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Este condimento universal, presente en prácticamente cualquier plato salado que podamos imaginar, desde un guiso tradicional hasta la ensalada más sencilla, esconde tras su capacidad para realzar sabores una relación directa con uno de los problemas de salud pública más acuciantes de nuestro tiempo: la hipertensión arterial. La alerta lanzada por la OMS no es nueva, pero cobra cada día más relevancia ante las cifras crecientes de enfermedades del corazón y accidentes cerebrovasculares en todo el mundo. Comprender cómo este ingrediente común se convierte en un riesgo es el primer paso para proteger nuestro órgano más vital.

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MÁS ALLÁ DEL SALERO: LOS ESCONDITES FAVORITOS DEL SODIO

Fuente Freepik

Como se mencionaba anteriormente, una parte sustancial del sodio que consumimos no proviene de la sal que añadimos voluntariamente en la cocina o en la mesa, sino que ya está presente en los alimentos que compramos. Los alimentos procesados y ultraprocesados son los principales culpables, convirtiendo la lectura atenta del etiquetado nutricional en una herramienta fundamental para controlar nuestra ingesta. Productos tan cotidianos como el pan, los embutidos, las pizzas congeladas, las sopas de sobre, los cubitos de caldo, las salsas comerciales (kétchup, mostaza, soja), los quesos curados y muchos snacks salados pueden contener cantidades sorprendentemente altas de sodio por ración.

Pero la vigilancia debe extenderse incluso a productos que no necesariamente percibimos como «salados». Algunos cereales de desayuno, galletas, bollería industrial e incluso ciertos postres lácteos pueden incluir sodio en su composición como parte de aditivos o para realzar otros sabores. Además, algunos medicamentos efervescentes o suplementos vitamínicos también pueden contener cantidades significativas de sodio, por lo que es aconsejable consultar el prospecto o preguntar al farmacéutico si se sigue una dieta baja en sal. La concienciación sobre estas fuentes ocultas es clave para una reducción efectiva, tal y como insiste la OMS.

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