La industria textil esconde secretos que van más allá de las tendencias de temporada o las condiciones laborales de sus trabajadores. El químico presente en la mayoría de prendas de vestir que utilizamos diariamente podría estar provocando alteraciones significativas en nuestro organismo sin que seamos conscientes de ello. Conocidos como PFAS (sustancias perfluoroalquiladas) o disruptores endocrinos, estos compuestos se han convertido en invitados no deseados que acompañan nuestro día a día, alterando silenciosamente el funcionamiento normal de nuestras hormonas y provocando efectos que pueden manifestarse a largo plazo.
El contacto con la piel es constante y, sin embargo, pocos consumidores conocen la presencia de estos agentes potencialmente peligrosos en sus armarios. Los PFAS forman parte de un grupo más amplio de compuestos utilizados por la industria para proporcionar resistencia al agua, a las manchas y facilitar el planchado, entre otras características consideradas positivas en el mercado. Según diversos estudios científicos, la exposición prolongada a este tipo de químico puede interferir con el sistema endocrino humano, alterando la producción y funcionamiento normal de hormonas esenciales para nuestro organismo. Esta interferencia puede manifestarse de múltiples formas, desde problemas de fertilidad hasta alteraciones metabólicas o incluso ciertos tipos de cáncer hormono-dependientes.
2CÓMO ALTERAN NUESTRO EQUILIBRIO HORMONAL SIN QUE NOS DEMOS CUENTA

El sistema endocrino funciona como una orquesta perfectamente afinada donde cada hormona juega un papel crucial en el concierto de nuestra fisiología. La introducción de un elemento externo como este químico presente en la ropa puede desafinar completamente esta armonía, provocando alteraciones que van desde cambios sutiles en nuestros niveles hormonales hasta disrupciones severas que pueden manifestarse como patologías concretas. Los PFAS son particularmente hábiles en imitar o bloquear la acción de hormonas naturales como los estrógenos o la testosterona.
Las investigaciones más recientes apuntan a una correlación preocupante entre la exposición crónica a disruptores endocrinos y el aumento de trastornos hormonales en la población. Este químico silencioso puede estar relacionado con problemas de fertilidad tanto en hombres como en mujeres, alteraciones en el desarrollo sexual, disfunciones tiroideas y hasta ciertos tipos de cáncer, actuando como un invasor sigiloso que va minando nuestra salud hormonal sin presentar síntomas evidentes hasta que el daño ya está avanzado. Lo más preocupante es que sus efectos pueden manifestarse incluso a dosis muy bajas, desafiando el principio tradicional de toxicología que asume que «la dosis hace el veneno».