Los fraudes digitales no paran de crecer en nuestro país y uno de los objetivos preferidos por los ciberdelincuentes es la tarjeta de crédito que utilizamos en nuestras compras cotidianas. La digitalización de nuestra economía ha traído innumerables ventajas para los consumidores, pero también ha abierto la puerta a nuevas formas de estafa que aprovechan el desconocimiento general sobre ciertos elementos de seguridad. Miles de españoles sufren cada año intentos de fraude relacionados con sus medios de pago, especialmente en entornos digitales donde resulta sencillo caer en trampas hábilmente diseñadas.
La seguridad financiera depende en gran medida de pequeños detalles que pasan desapercibidos, pero que resultan fundamentales a la hora de proteger nuestro dinero. Entre estos elementos destaca un código de tres cifras presente en toda tarjeta de crédito: el CVV (Card Verification Value) o CVC2 (Card Verification Code) un sistema de seguridad diseñado específicamente para verificar que quien realiza una compra online tiene físicamente la tarjeta en su poder. Este número aparentemente insignificante constituye la última barrera de protección frente a posibles fraudes y su correcta gestión puede ahorrarnos serios disgustos económicos y burocráticos.
3POR QUÉ NUNCA DEBERÍAS COMPARTIR TU CÓDIGO CVV
El principio fundamental de la seguridad financiera se basa en mantener ciertos datos fuera del alcance de terceros, y el código CVV de tu tarjeta de crédito encabeza esta lista por motivos evidentes. A diferencia del número principal, que puede ser necesario facilitar en determinadas circunstancias como pagos recurrentes o reservas, el código de verificación constituye una información que ninguna empresa legítima debería almacenar en sus bases de datos, tal como establecen los estándares de seguridad PCI DSS que regulan el tratamiento de información financiera sensible a nivel internacional.
Compartir el CVV de tu tarjeta de crédito a través de correos electrónicos, mensajes de texto o llamadas telefónicas supone un riesgo inaceptable que puede tener graves consecuencias económicas. Los ciberdelincuentes han desarrollado técnicas de ingeniería social cada vez más sofisticadas, haciéndose pasar por entidades bancarias o servicios de atención al cliente para solicitar este código con pretextos aparentemente legítimos. Es fundamental tener presente que ninguna entidad financiera solicitará jamás estos datos por canales no seguros, independientemente de la aparente urgencia o gravedad del asunto que planteen como excusa para obtener esta información.