jueves, 10 abril 2025

A los 40 tu cuerpo cambia, pero este pilates sabe cómo cuidarlo

La famosa frontera de los 40 años marca un antes y un después en la vida de cualquier persona, especialmente en lo referente a nuestro organismo. Los cambios hormonales, metabólicos y musculares empiezan a manifestarse de formas que no siempre resultan agradables: mayor facilidad para acumular grasa, pérdida progresiva de masa muscular y una sensación general de que el cuerpo no responde como antes. El pilates surge en este contexto como una tabla de salvación adaptada a las nuevas necesidades de un físico que, sin ser viejo, ya no es el de la juventud plena y requiere atenciones específicas que otras disciplinas más intensas o menos completas no pueden proporcionar.

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Quienes cruzan la barrera de los 40 suelen enfrentarse a una disyuntiva complicada: abandonarse a los cambios corporales propios de la edad o someterse a rutinas de ejercicio demasiado exigentes que pueden resultar contraproducentes. Entre estos dos extremos, la práctica regular de pilates ofrece una alternativa equilibrada que respeta los ritmos biológicos mientras trabaja precisamente aquellos aspectos que más atención necesitan en esta etapa vital. Su enfoque en el core, la flexibilidad y el fortalecimiento progresivo sin impacto articula un método ideal para quienes buscan mantener un cuerpo funcional, estético y saludable pasada la cuarta década de vida. Los beneficios van mucho más allá de lo puramente físico, extendiéndose al bienestar mental y emocional tan necesario en una época donde las responsabilidades familiares y laborales alcanzan su punto álgido de exigencia.

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EL COMPONENTE MENTAL DEL PILATES: CRUCIAL A PARTIR DE LOS 40

Fuente Freepik

Si bien los beneficios físicos del pilates son evidentes y medibles, el impacto sobre la salud mental resulta igualmente significativo, especialmente en una etapa vital donde el estrés laboral, las responsabilidades familiares y los primeros signos de envejecimiento pueden generar ansiedad y malestar psicológico. La atención plena o mindfulness, componente fundamental del método, enseña a conectar con el momento presente a través de la respiración consciente y la precisión del movimiento. Esta práctica regular de atención focalizada actúa como un antídoto natural contra el estrés crónico, reduciendo significativamente los niveles de cortisol cuyo exceso está relacionado directamente con el aumento de grasa abdominal tan característico de los cuarenta, estableciendo así un círculo virtuoso donde la mejora física y mental se retroalimentan.

Los neurotransmisores asociados al bienestar también se ven positivamente afectados por la práctica regular de pilates. A diferencia del «subidón» intenso pero efímero que producen actividades más explosivas, esta disciplina genera una liberación sostenida de serotonina y endorfinas que contribuye a estabilizar el estado anímico a medio y largo plazo. Este efecto resulta particularmente beneficioso para contrarrestar los cambios hormonales propios de la edad, que en muchos casos pueden manifestarse como irritabilidad, cambios de humor o incluso episodios depresivos leves. Las personas que incorporan el pilates a su rutina semanal reportan mejoras significativas en su calidad de sueño, aspecto fundamental considerando que los trastornos del descanso aumentan considerablemente a partir de los 40 años. La combinación de ejercicio físico adaptado, respiración consciente y enfoque mental que caracteriza al pilates crea las condiciones ideales para un descanso reparador, facilitando tanto la conciliación como el mantenimiento del sueño durante toda la noche, elemento clave para la recuperación física y mental que tanta importancia cobra en esta etapa de la vida.

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