miércoles, 2 abril 2025

Cerveza y vino sin alcohol, ojo con estos ingredientes que también importan

El mercado de bebidas sin alcohol ha experimentado un crecimiento exponencial en los últimos años, transformando lo que antes era una opción marginal en una auténtica tendencia de consumo. La cerveza sin alcohol lidera este cambio de paradigma en España, donde su consumo se ha duplicado en apenas una década, convirtiéndose en la alternativa preferida para quienes buscan disfrutar del sabor sin los efectos del etanol. Este fenómeno responde a un cambio social profundo, donde la preocupación por la salud y el bienestar ha modificado nuestros patrones de consumo tradicionales.

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No obstante, tras este boom saludable se esconden algunas realidades poco conocidas que merecen nuestra atención. Mientras las etiquetas destacan la ausencia de alcohol como principal reclamo, otros ingredientes presentes en estas bebidas pasan desapercibidos para el consumidor medio. El azúcar añadido, los conservantes y ciertos aditivos conforman esa letra pequeña que rara vez leemos, pero que puede tener un impacto significativo en nuestra salud. La popularidad de estas alternativas ha crecido a tal velocidad que la información sobre su composición no siempre ha acompañado ese ritmo vertiginoso de crecimiento en los lineales de supermercados y bares de toda España.

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INGREDIENTES OCULTOS: LO QUE LA ETIQUETA NO CUENTA

Fuente Freepik

Un análisis detallado de las etiquetas revela sorpresas significativas para el consumidor medio. Mientras la cerveza tradicional contiene básicamente agua, malta, lúpulo y levadura, sus versiones sin alcohol suelen incorporar elementos adicionales para compensar la ausencia de etanol. Los maltodextrinas, el jarabe de glucosa y diversos correctores de acidez aparecen frecuentemente en la composición de estas bebidas. Estos ingredientes, perfectamente legales y seguros en las cantidades utilizadas, elevan sin embargo el índice glucémico del producto final, un dato relevante para personas con diabetes o quienes siguen dietas específicas. La industria defiende que estos componentes son esenciales para lograr un sabor aceptable tras eliminar el alcohol que aporta cuerpo y estructura.

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En cuanto al vino desalcoholizado, la situación resulta incluso más compleja. Al eliminar el alcohol, principal conservante natural del vino, los fabricantes recurren a conservantes como el anhídrido sulfuroso en cantidades superiores a las presentes en el vino convencional. Además, para recuperar el dulzor perdido, no es infrecuente la adición de mostos concentrados o edulcorantes. Un estudio reciente de la OCU detectó que el 70% de los vinos sin alcohol analizados contenían azúcares añadidos no especificados claramente en el etiquetado. Este hecho contradice parcialmente el posicionamiento saludable con el que se promocionan y genera cierta confusión entre consumidores que buscan alternativas realmente bajas en calorías como parte de un estilo de vida equilibrado.

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