Subir a un avión es, para muchos, el preludio de unas vacaciones soñadas o el cumplimiento de un importante compromiso laboral. Sin embargo, la experiencia de volar puede verse empañada por un factor que a menudo pasamos por alto: la comida que nos sirven a bordo. Una elección descuidada puede convertir un viaje placentero en una auténtica tortura digestiva.
El avión, ese medio de transporte que nos permite cruzar continentes en cuestión de horas, se convierte a veces en una trampa gastronómica donde la salud y el bienestar quedan relegados a un segundo plano. La oferta de comida a bordo, caracterizada por su alto contenido en sodio, grasas y carbohidratos simples, puede ser un auténtico enemigo para nuestro organismo.
1COMIDA DE AVIÓN: UN ENEMIGO INVISIBLE PARA TU SALUD

La comida que se sirve en los aviónes suele estar diseñada para satisfacer las necesidades logísticas y económicas de las aerolíneas, más que para cuidar la salud de los pasajeros. Los menús a bordo suelen ser ricos en sodio para compensar la pérdida de sabor que se produce a grandes alturas, donde las papilas gustativas se vuelven menos sensibles. Sin embargo, el exceso de sodio puede provocar retención de líquidos, hinchazón y aumento de la presión arterial. Un cóctel explosivo para nuestro organismo.
Además del sodio, la comida de avión suele ser rica en grasas y carbohidratos simples, como azúcares refinados y harinas blancas. Estos nutrientes proporcionan energía rápida, pero también pueden provocar picos de glucemia y sensación de pesadez. A largo plazo, el consumo excesivo de grasas y carbohidratos simples puede contribuir al desarrollo de obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares. Un riesgo que conviene evitar.
Por si fuera poco, la comida de avión suele ser baja en fibra, vitaminas y minerales, lo que puede afectar negativamente a nuestro sistema inmunológico y a nuestra digestión. La falta de fibra puede provocar estreñimiento y sensación de malestar, mientras que la deficiencia de vitaminas y minerales puede debilitar nuestras defensas y hacernos más susceptibles a enfermedades. Un panorama desolador para nuestra salud.