Mantener los electrodomésticos en perfecto estado se ha convertido en una obsesión para muchos hogares españoles. El lavavajillas representa uno de esos aliados indispensables en la cocina moderna que, a pesar de ahorrarnos tiempo y esfuerzo, requiere ciertos cuidados para seguir funcionando correctamente. Numerosos «trucos caseros» circulan por internet prometiendo soluciones milagrosas para su limpieza, destacando entre ellos el uso del bicarbonato, un método que, después de numerosas pruebas y contrastaciones por parte de expertos en mantenimiento doméstico, ha demostrado ser mucho menos eficaz de lo que se publicita.
La realidad es que existen alternativas mucho más efectivas y económicas para mantener este electrodoméstico como el primer día. El vinagre, ese humilde ingrediente presente en todas las cocinas españolas, combinado con un simple vaso, constituye la verdadera solución para eliminar la cal, los malos olores y los residuos acumulados en nuestro lavavajillas. Este método, avalado por técnicos de mantenimiento y respaldado por principios químicos básicos, no solo prolonga la vida útil del aparato sino que también mejora su rendimiento sin necesidad de recurrir a productos comerciales con precios desorbitados.
2VINAGRE: EL AUTÉNTICO HÉROE PARA TU LAVAVAJILLAS

El vinagre blanco destaca como solución natural por su composición química basada en ácido acético, que actúa directamente sobre los depósitos calcáreos. Este componente, presente en concentraciones entre el 4% y el 8% según el tipo de vinagre utilizado, resulta ideal para disolver eficazmente las incrustaciones sin dañar las piezas internas del lavavajillas. Su naturaleza ácida permite descomponer los residuos minerales que se acumulan con el uso cotidiano, especialmente en zonas con agua dura, donde los problemas de cal son más frecuentes.
A diferencia de muchos productos comerciales, el vinagre no contiene componentes químicos agresivos que puedan deteriorar las juntas de goma o las piezas plásticas del electrodoméstico. Esta característica, sumada a su bajo coste y su disponibilidad en cualquier supermercado o tienda de barrio, lo convierte en una alternativa no solo más ecológica sino también más económica que las soluciones industriales específicas para lavavajillas. Además, su olor característico, que podría considerarse inicialmente como una desventaja, desaparece completamente tras el ciclo de lavado, dejando el interior del aparato libre de malos olores y con un frescor notable.