La movilidad urbana ha experimentado una revolución sin precedentes en las grandes ciudades españolas durante los últimos años. El auge del patinete eléctrico como alternativa de transporte ha transformado el paisaje urbano, aportando una solución ágil y ecológica para desplazamientos cortos en entornos congestionados. Sin embargo, esta proliferación ha venido acompañada de un vacío normativo que las autoridades han ido solventando progresivamente, endureciendo las sanciones para garantizar la seguridad vial.
La convivencia entre peatones, vehículos tradicionales y estos nuevos dispositivos de movilidad personal no ha estado exenta de conflictos. Las estadísticas revelan un preocupante aumento de accidentes relacionados con patinetes eléctricos, muchos de ellos vinculados al consumo de alcohol o sustancias estupefacientes. Ante esta realidad, la Dirección General de Tráfico ha tomado cartas en el asunto equiparando las multas por infracciones bajo los efectos de estas sustancias a las contempladas para conductores de automóviles, estableciendo sanciones económicas que pueden alcanzar los 1.000 euros.
1LA DGT APRIETA LAS TUERCAS: TOLERANCIA CERO AL VOLANTE DEL PATINETE

La normativa actual refleja un cambio sustancial en la percepción de estos vehículos de movilidad personal. Lo que comenzó como un juguete tecnológico ha pasado a considerarse un vehículo en toda regla, con responsabilidades equiparables a las de cualquier conductor en lo referente a seguridad vial. Esta equiparación supone un punto de inflexión en la regulación de los patinetes eléctricos, estableciendo un marco legal que pretende reducir la accidentalidad asociada a su uso.
El mensaje de la DGT es claro y contundente: no hay espacio para la improvisación ni para comportamientos irresponsables. Las autoridades han comprendido que la libertad que proporciona el patinete eléctrico debe ir acompañada de una concienciación sobre los riesgos que implica su conducción bajo los efectos del alcohol o las drogas, estableciendo un régimen sancionador proporcional al peligro que representa para la seguridad colectiva en espacios compartidos. Esta nueva postura marca un antes y un después en la integración de estos vehículos en nuestras ciudades.