La transición hacia un modelo económico completamente digitalizado avanza imparable en todo el mundo, transformando radicalmente la forma en que interactuamos con la economía cotidiana. El dinero físico, ese conjunto de billetes y monedas que ha acompañado a la humanidad durante siglos, comienza a verse como un vestigio del pasado en numerosas sociedades donde las transacciones electrónicas ganan terreno día tras día. Esta evolución, impulsada por avances tecnológicos, políticas gubernamentales y cambios en los hábitos de consumo, no avanza al mismo ritmo en todos los países, pero muestra una tendencia global clara e irreversible hacia la digitalización completa de los medios de pago.
Diversos estudios recientes han comenzado a proyectar fechas concretas para la práctica desaparición del efectivo en diferentes naciones, estableciendo un horizonte temporal que hasta ahora permanecía difuso. Estas investigaciones, basadas en el análisis de múltiples variables como la penetración de medios de pago electrónicos, infraestructura digital y hábitos poblacionales, ofrecen una visión prospectiva que permite anticipar cuándo se producirá este cambio paradigmático en cada región. Los resultados revelan un mapa heterogéneo donde algunos países nórdicos lideran la carrera hacia la eliminación del efectivo, mientras que otras naciones, incluyendo España, seguirán conviviendo con billetes y monedas durante al menos dos décadas más, aunque con un uso cada vez más marginal y restringido a determinados nichos económicos o poblacionales.
3EL CASO ESPAÑOL: 24 AÑOS DE TRANSICIÓN POR DELANTE

España ocupa el séptimo lugar en la proyección global sobre la eliminación del efectivo, con un horizonte estimado de 24 años para completar esta transformación, cifra que refleja tanto avances significativos como desafíos pendientes en su proceso de digitalización financiera. El uso de tarjetas y pagos móviles ha experimentado un crecimiento exponencial en los últimos años, especialmente tras la pandemia, pero esta evolución convive con una persistente cultura del dinero físico en determinados sectores económicos y franjas demográficas. Los datos bancarios muestran que aún el 30% de los pagos cotidianos se realizan en efectivo, porcentaje que aumenta significativamente en municipios pequeños, comercios tradicionales y entre la población mayor de 65 años, evidenciando una transición a dos velocidades que explica el plazo relativamente extenso previsto para la completa digitalización del sistema.
Diversos factores estructurales y culturales explican el ritmo más pausado de España en esta carrera hacia la eliminación del efectivo. La economía sumergida, estimada en torno al 20% del PIB según algunos estudios, constituye un poderoso freno para la completa digitalización de los pagos, puesto que el efectivo sigue siendo el medio preferido para transacciones que buscan eludir el control fiscal. A esto se suma una brecha digital territorial significativa, con comunidades rurales donde la infraestructura tecnológica necesaria para garantizar pagos electrónicos fiables aún presenta deficiencias notables, y un tejido empresarial dominado por pequeñas y medianas empresas que encuentran en las comisiones bancarias por pagos con tarjeta un desincentivo económico real. Las autoridades españolas han implementado medidas para acelerar esta transición, como la limitación de pagos en efectivo a 1.000 euros para luchar contra el fraude fiscal, pero el ritmo de adaptación sigue siendo considerablemente más lento que el observado en los países nórdicos.