miércoles, 12 marzo 2025

Tienen dinero, pero no gastan: así viven los nuevos ricos ‘low cost’ españoles

La opulencia y la ostentación, antaño sinónimos de riqueza, parecen haber perdido su brillo en ciertos círculos de la sociedad española. Una nueva estirpe de ricos, más discretos y pragmáticos, ha emergido en los últimos años, desafiando los convencionalismos y abrazando un estilo de vida que, a primera vista, podría parecer contradictorio con su abultada cuenta bancaria. ¿Estamos ante una nueva forma de entender el lujo o simplemente ante una moda pasajera?

Esta tendencia, que podríamos denominar como «riqueza discreta», no implica necesariamente una renuncia al confort o a los placeres de la vida, sino una reinterpretación de los mismos. Se trata de priorizar la calidad sobre la cantidad, la experiencia sobre la posesión y, sobre todo, de evitar el despilfarro. Lejos quedan aquellos tiempos en los que el valor de una persona parecía medirse por el tamaño de su yate o la exclusividad de su reloj. Ahora, la verdadera sofisticación reside en la capacidad de disfrutar de la vida sin necesidad de exhibir constantemente el patrimonio.

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EL VALOR DE LA EXPERIENCIA FRENTE A LA OBSOLESCENCIA PROGRAMADA

El consumismo desenfrenado, ese motor que ha impulsado la economía durante décadas, parece estar perdiendo fuelle entre este nuevo perfil de personas adineradas. En lugar de sucumbir a la tentación de adquirir el último modelo de coche deportivo o el bolso de diseñador más reciente, prefieren invertir su dinero en vivencias que les aporten un valor real y duradero. Un viaje a un destino exótico, una cena en un restaurante con estrella Michelin o la asistencia a un curso de formación especializado se convierten en opciones mucho más atractivas que la acumulación de objetos materiales.

Esta filosofía de vida se basa en la premisa de que la felicidad no reside en la posesión de bienes, sino en la acumulación de momentos memorables. Los ricos «low cost» buscan experiencias auténticas, que les permitan conectar con otras personas, descubrir nuevas culturas o ampliar sus conocimientos. En definitiva, se trata de enriquecerse a nivel personal, más allá de lo puramente material.

La obsolescencia programada, esa estrategia comercial que nos empuja a renovar constantemente nuestros dispositivos electrónicos y otros productos, choca frontalmente con esta nueva mentalidad. Los ricos discretos apuestan por la durabilidad y la calidad, prefiriendo invertir en objetos bien hechos que les acompañen durante años, en lugar de caer en la trampa de la renovación constante.

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