miércoles, 12 marzo 2025

No es anorexia ni reflujo, este es el trastorno que hace que comer sea un desafío

Comer es uno de esos placeres cotidianos que solemos dar por sentado. Sin embargo, para algunas personas la anorexia no es la única razón por la que sentarse a la mesa puede convertirse en un auténtico suplicio. Existe un trastorno llamado acalasia, mucho menos conocido pero igualmente complicado, que convierte el simple acto de tragar alimentos en un desafío agotador y frustrante.

La acalasia es una condición rara que afecta directamente al esófago, dificultando gravemente el paso de los alimentos hacia el estómago. Aunque a menudo se confunde con anorexia o reflujo, este trastorno tiene características propias muy específicas que marcan la diferencia, especialmente cuando se trata de diagnosticarlo adecuadamente. Entender qué sucede exactamente cuando comer deja de ser un placer ayuda no solo a identificarlo mejor, sino también a convivir con él de una forma más llevadera.

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LA VIDA DIARIA CON ACALASIA: ENTRE LA ANSIEDAD Y LA FRUSTRACIÓN

Fuente Freepik

La acalasia no solo afecta al acto de comer, sino también al bienestar emocional de quienes la sufren. Las comidas familiares o las salidas con amigos pueden convertirse en situaciones estresantes y dolorosas, no por un rechazo psicológico como sucede con la anorexia, sino porque cada bocado supone una auténtica batalla física. La frustración constante puede generar ansiedad social y aislamiento progresivo, ya que es complicado explicar una condición poco conocida a quienes rodean al paciente.

Muchas personas con acalasia terminan desarrollando ansiedad anticipatoria, el temor a enfrentarse a la comida sabiendo que el proceso será desagradable e incluso doloroso. En estos casos, el miedo no nace del rechazo psicológico hacia los alimentos, como en la anorexia, sino del recuerdo constante de experiencias negativas previas durante la alimentación. Esa ansiedad puede derivar también en trastornos del estado de ánimo que complican aún más el cuadro clínico.

Pese a que la acalasia no está directamente relacionada con factores emocionales, la frustración prolongada afecta significativamente la calidad de vida. Por ello, es fundamental contar con apoyo psicológico especializado que ayude al paciente a gestionar la ansiedad generada por la enfermedad. Este acompañamiento facilita afrontar mejor la situación y permite recuperar, en la medida de lo posible, un estilo de vida cercano a la normalidad.