Han pasado 20 años desde aquel 13 de febrero de 2005 cuando el edificio Windsor en pleno centro de Madrid se convirtió en una antorcha de acero y hierro que estuvo ardiendo durante más de 24 horas seguidas. Eran 106 plantas y 32 plantas situado en pleno corazón de Azca junto al Paseo de la Castellana.
Ahora, dos décadas después todavía continúan vivas algunas de las incógnitas que, entonces, lejos de apagar las llamas de la polémica no hicieron sino avivarlas y puso el ojo mediático sobre la familia Reyzábal, una de las grandes fortunas labrada en los más importantes activos inmobiliarios de Madrid, como Castellana 15, Torre Picasso, los cines Callao, Palacio de la Prensa y el edificio de Mutua Madrileña entre otros, aunque sin duda la joya de la corona era el edificio Windsor, que sacó a los Reyzábal de su habitual discreción para ponerlos en el foco mediático. Veinte años después el Windsor sigue dando que hablar.
INCENDIO PROVOCADO O FORTUITO
Fue durante la instrucción del caso una de las cuestiones más difíciles de aclarar. Aunque la versión oficial fue la de un cortocircuito durante el año que duró la investigación la Policía y los bomberos investigaron, por orden del Juzgado de Instrucción 28 de Madrid, incluso la posibilidad de que hubiese una colilla mal apagada por la última trabajadora que abandonó el edificio o que alguien hubiese puesto un acelerante del fuego para provocar la rápida combustión del edificio. La Policía investigó también en la «caja negra» de la torre, un ordenador que recogía todas las entradas y salidas del edificio, el funcionamiento de los sistemas de aviso e interrogó a los guardas de seguridad del edificio.
LAS CAUSAS
Los vigilantes aseguraron haber escuchado una pequeña explosión antes de que el incendio se acelerase. Esto descartó al comienzo de la investigación la hipótesis del cortocircuito porque esa explosión no se produjo en la misma zona donde estaban los cuadros eléctricos del inmueble, pero finalmente es la teoría que se impuso ante la falta de pruebas contundentes en uno u otro sentido, porque temperaturas de más de mil grados acabaron con todas las pruebas que sí sirven en otros incendios.
TIEMPO DE REACCIÓN
La primera llamada a los bomberos se produjo a las 23.20 horas del sábado 12 de febrero. Cinco minutos antes saltó una alarma que los vigilantes detectaron en el ordenador central del edificio. El vigilante que estaba en la sala, en el sótano del Windsor, avisó a su compañero por el walkie talkie de que había saltado una alarma de incendio en la planta 21 del edificio, en la zona sur y pidió a su compañero que lo comprobase. Este guarda subió los 21 pisos a pie, como establece la norma de seguridad. Cuando llegó encontró humo que salía de un despacho, pero no pudo abrir la puerta así que se acercó a un cristal y pudo ver pequeñas llamas que salían de un aparato de aire acondicionado. Según Prosegur, empresa a la que pertenecía el vigilante, el guarda siguió el procedimiento y avisó por radio: «Evacuación, bomberos, fuego». Eran las 23.20 horas del sábado.
UN EXTINTOR QUE NO SIRVIÓ
Cuando detectó el fuego y no pudo abrir la puerta el guarda reclamó a una persona de mantenimiento, pero además bajó para recoger él mismo una llave maestra y abrir la puerta del despacho, ya que con el extintor que estaba en la planta no podía acercarse a las llamas. Mientras tanto, la persona de mantenimiento acude con otro vigilante y tampoco pueden abrir el despacho. Cuando el primer vigilante llega con la llave maestra se encuentran que la puerta no se puede abrir porque hay un objeto detrás que la atasca y lo impide. Entonces llegaron los bomberos.
LOS BOMBEROS NO APAGARON EL FUEGO
Sólo tardaron 5 minutos en llegar pero no pudieron apagar el fuego. El subdirector de Bomberos del Ayuntamiento de Madrid explicó en rueda de Prensa que fue imposible apagarlo «con los medios propios del edificio». Los primeros bomberos llegaron al pie de la torre a las 23 horas y 24 minutos y tres de ellos subieron a la planta 21, pero no consiguieron extinguir el incendio utilizando la columna seca que discurría verticalmente por el edificio y sirve para inyectar agua o espuma. Al parecer hubo un problema de presión insuficiente. Otra dotación permaneció abajo y pidió los planos del edificio pero cuando quisieron subir sólo pudieron llegar hasta la planta 20.
PROPAGACIÓN A VELOCIDAD INUSUAL
Los propios bomberos se sorprendieron de la velocidad de propagación del incendio, atribuida a que entró oxígeno en el despacho después de que uno de ellos lograse abrir la puerta del lugar donde supuestamente se originó el incendio. De hecho, el que abrió la puerta resultó herido por el cambio de presión. También se cree que tras el estallido de los cristales el aire que entró contribuyó a expandir el fuego. Además, los bomberos no cortaron la electricidad por lo que se produjeron varios cortocircuitos en cadena. Sin embargo, la Policía no encontró posteriormente ningún acelerante artificial para propagar el fuego. Los expertos hablaron de «varios fallos en cadena».
FUEGO NO ACOTADO EN EL WINDSOR
A pesar de la llegada de los bomberos el edificio se quemó entero, cuando quizás una intervención con éxito podría haber confinado el incendio en las plantas 21 y 22. El principal problema es que el edificio no estaba sectorizado, es decir, con puertas antiincendios que se cierran automáticamente y son capaces de mantener las llamas «encerradas» durante al menos 180 minutos. Sin embargo, en los edificios de oficinas de más de 100 metros estas medidas son obligatorias desde el año 2003. El Windsor se quemó en 2005 cuando estaba acometiendo las reformas para instalar este sistema.
Los bomberos también se quejaron de que no se emplearon medios aéreos para ayudar en la extinción, como el uso de helicópteros para paliar las llamas desde el aire.
NO HABÍA ASPERSORES EN EL TECHO
El edificio estaba acometiendo las obras necesarias para instalar sprincklers o asperosores automáticos que funcionan cuando su termodetector se derrite por la acción del calor o el fuego o que están conectados directamente a un sistema antiincendios. Son de una efectividad muy alta y obligatorios en oficinas de más de 100 metros, también según la normativa de 2003 implantada en la Comunidad de Madrid.
RESTO DE SISTEMAS
Los propietarios del Windsor, la familia Reyzábal aseguró que se cumplieron a rajatabla todas las medidas de seguridad del edificio. Según el responsable de mantenimiento había seis o siete extintores en cada planta, además de que la columnas secas del edificio funcionaban en contra de la queja por la presión de los bomberos. El director de seguridad encargado de renovar todas las medidas de seguridad contra incendios declaró en el juzgado que «todavía no habíamos llegado a la planta 21» y que trimestralmente revisaban el resto de medidas. También dijo que la última de estas revisiones tuvo lugar «entre diciembre y enero».
LAS OBRAS Y EL FUEGO
La reforma del Windsor se presupuestó en 15 millones de euros y comenzó en 2003. Estaban ya en un porcentaje del 80% realizadas cuando el incendio arrasó la torre. Los responsables de las cuatro empresas que trabajaban en el edificio negaron cualquier implicación. Solo una de ellas trabajó en el edificio aquel día, pero no en la planta 21. La realización de obras en el Windsor desató las sospechas porque también el Liceo de Barcelona y el Palacio de los Deportes de Madrid se quemaron durante unas obras.
LAS LLAMAS FUERON HACIA ABAJO Y NO HACIA ARRIBA
Según las leyes de la Física el fuego se puede extender verticalmente hacia arriba y de manera horizontal. Sin embargo, en el Windsor se propagó hacia abajo, en concreto entre la planta 21 y la 3 por la acción de un efecto denominado flamower, que se explica por la combustión de materiales en el suelo que se extienden hacia abajo y los techos de las plantas inferiores debido al calor que se transmite de los planos altos a los bajos. El fuego sorteo un bloque de hormigón entre la planta 16 y la 17, aunque con menor intensidad, lo que alimentó la hipótesis de que hubiese más focos desconocidos por debajo de la planta 21.
TRABAJANDO DURANTE EL INCENDIO
Al principio del incendio se dijo que sólo había un empleado de Deloitte en un despacho, pero la Policía interrogó a varios trabajadores más que estaban en la misma planta.
GRABACIONES DE MADRUGADA
Un vídeo grabado a las 3 horas 50 de la mañana por el abogado Carlos Just mostraba a dos personas con una linterna en la planta 12 del edificio. Según el informe policial de hace 20 años, uno de ellos «llevaba casco de bombero y usaron radiotransmisores. Tanto los dueños del edificio como los responsables de la empresa que ocupaba la planta 11 sostuvieron que no era ninguno de sus empleados. En esa planta estaba el departamento fiscal de la auditora Deloitte.
LOS VECINOS OLÍAN A QUEMADO
Varios vecinos de la zona explicaron en declaraciones a Radio Nacional de España que en la zona olía a quemado desde las 8 y media de la tarde de aquel día. La pregunta es que si fuera se detectaba el olor cómo era posible que los trabajadores y los guardas de seguridad no olieran lo mismo desde dentro.
BUTRÓN EN EL GARAJE
Días más tarde del incendio durante una inspección para ver los cimientos la Policía encontró un butrón. Los investigadores creen que el butrón pudo estar allí desde hace tiempo y que no tenía relación con el incendio. Tampoco descartaron que se tratase de alguna persona obsesionada con el incendio y que quisiera entrar en el edificio.
PUERTA SECRETA CERRADA CON CANDADO
Según la familia Reyzábal el Windsor no tenía ninguna puerta secreta, pero los bomberos sí explicaron que rompieron con una sierra un candado en una puerta que daba a una escalera en el vestíbulo del edificio.
EL SEGURO DEL EDIFICIO
La familia propietaria del edificio pagaba 65.000 euros anuales de hace 20 años por una póliza tasada en 100 millones de euros. El edificio estaba tasado en 83,7 millones y la responsabilidad civil tenía otro seguro que cubría el 60 por ciento, el otro 40 por ciento lo cubría otra aseguradora diferente. Los expertos calcularon los perjuicios en unos 200 millones de euros teniendo en cuenta los daños en los comercios cercanos que tuvieron que cerrar e incluso alguno perdió hasta 60.000 euros en una semana. Los empleos de 190 personas también se vieron afectados.
GUERRA JUDICIAL
Por una parte la hipótesis del incendio fortuito parecía favorecer a todo el mundo, excepto a las aseguradoras, que mandaron a sus propios peritos para tratar de evaluar los daños y averiguar las causas reales del siniestro. Veinte años después esos informes no se conocen. Los peritos de los seguros y la policía científica trabajaron al mismo tiempo. El caso se cerró un año después declarando el incendio como fortuito.
DESAPARICIÓN DE DOCUMENTOS IMPORTANTES
Uno de los rumores más importantes difundidos durante los meses posteriores fue que el incendio era una tapadera para sustraer o deshacerse de documentos importantes guardados en los bufetes de abogados del edificio. Pero la principal empresa afectada fue la auditora Deloitte que rápidamente dijo que tenía copias de seguridad de los documentos importantes que manejaban y los abogados dijeron que en caso de haberse perdido alguna causa había copia en los Juzgados o los tenía la contraparte. Los servidores del Centro de Datos de las empresas del Windsor estaban en la segunda planta que no se vio afectada por el fuego, pero la Policía Judicial los requisó y tras una semana se los devolvió a sus propietarios.