Coca-Cola, un símbolo global de la cultura estadounidense y la globalización, está presente en casi todos los rincones del mundo. Su icónica botella roja y blanca es reconocible en prácticamente cualquier país, convirtiéndose en un sinónimo de refresco y un elemento omnipresente en la vida cotidiana de millones de personas. Sin embargo, existen algunos lugares donde esta bebida gaseosa no se encuentra, desafiando la idea de una omnipresencia global.
Corea del Norte, Cuba y Myanmar son los tres países donde, oficialmente, no se vende Coca-Cola. Su ausencia no se debe a una falta de demanda, sino a complejas circunstancias políticas y económicas que han impedido la entrada de la compañía al mercado. Estos países representan una excepción a la regla, un recordatorio de que la globalización no es un fenómeno homogéneo y que existen barreras que incluso las marcas más poderosas del mundo no pueden superar.
1Corea del Norte: aislamiento y autarquía
Corea del Norte, uno de los países más aislados del mundo, mantiene una política de autarquía que limita drásticamente el comercio internacional. El régimen norcoreano, bajo estrictas sanciones internacionales, prioriza la autosuficiencia y restringe la entrada de productos extranjeros, incluyendo la Coca-Cola. Este aislamiento económico y político ha creado un mercado interno único, prácticamente impermeable a la influencia de las marcas globales.
La ideología Juche, que promueve la autosuficiencia y la independencia nacional, juega un papel fundamental en la política económica de Corea del Norte. Esta filosofía, que permea todos los aspectos de la vida en el país, refuerza la idea de que Corea del Norte debe depender exclusivamente de sus propios recursos y rechazar la influencia externa. En este contexto, la presencia de una marca global como Coca-Cola sería vista como una amenaza a la identidad nacional.
Además del aislamiento político y la ideología Juche, las sanciones internacionales impuestas a Corea del Norte por su programa nuclear también contribuyen a la ausencia de Coca-Cola en el país. Estas sanciones restringen severamente el comercio con Corea del Norte, haciendo prácticamente imposible para las empresas extranjeras operar en el país. La combinación de estos factores crea un entorno hostil para las marcas globales, incluyendo a la gigante de los refrescos.