El objetivo final del Papa Francisco: controlar el Opus Dei para el futuro sin él

Rumores a parte, el Papa Francisco siempre ha provocado noticias cuando ciertos gestos al frente de la Iglesia son interpretados como un adelanto al futuro. Lo cierto es que desde que llegó al trono de San Pedro, Jorge Bergoglio ha iniciado una serie de cambios intramuros de la Iglesia que analizados desde fuera parecen poco importantes pero desde dentro supone arrastrar muros que llevan inamovibles siglos.

El papel e influencia del Opus Dei es uno de los asuntos que más preocupan al Pontífice. Ya en 2022 dio un golpe sobre la mesa cuando tomó la decisión de que el líder del Opus no fuera obispo como tradicionalmente ha sido, siendo la única prelatura no territorial de la Iglesia católica. Fernando Ocáriz, actual cabeza visible de la obra no es purpurado.

Además, el Papa también ha decidido nombre a Alejandro Arellano como comisario pontificio para Torreciudad (Huesca). Este lugar es posiblemente el buque insignia del Opus Dei. Un turístico santuario que se inauguró en 1975, pocos meses antes de la muerte del fundador José María Escrivá de Balaguer, elevado a santo por Juan Pablo II.

UNA LUCHA POR MEDIO MILLÓN DE EUROS

Este lugar siempre ha generado disputas por su gestión entre el Opus y la iglesia oscense. En un contexto de fuerte críticas por parte del algunos miembros de la obra al Papa, éste ha tomado la decisión de enviar para controlar y arbitra a un nombre no vinculado al Opus. Una decisión que no ha gustado a muchos.

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Torreciudad.

Torreciudad recibe casi 200.000 visitantes al año, lo que genera ingresos de dinero importantes. El Opus Dei siempre ha tenido un férreo control, pero monseñor Ángel Pérez Pueyo al frente de la Diócesis de Barbastro-Monzón está interesado en el lugar y su gestión.

Torreciudad, que algunos denominan como ‘el Lourdes español’, siempre ha formado parte de la historia de la obra. El lugar está vinculado a la propia biografía del fundador Escrivá de Balaguer. Según la vida oficial del santo con dos años, en 1904, visitó la talla de la Virgen del siglo XI que existía en la localidad y gracias su influencia se repuso de una meningitis.

Fue en los 70, poco antes de morir cuando José María Escrivá de Balguer asistió a la inauguración de Torreciudad. Desde entonces la Obra pagaba menos de 20 euros a la diócesis por gestionar el complejo. Ahora el obispo Pérez Pueyo quiere que esto se ajuste a los resultados y beneficios y que se pague lo equivalente a medio millón de euros. Una cantidad “desproporcionada” según el Opus.

EL CASO GARABANDAL

En las últimas semanas, también Roma se ha manifestado sobre un lugar ‘mítico’ en el mundo católico en España: Garabandal. El 19 de septiembre, el prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, el cardenal argentino Víctor Manuel Fernández, entró en el asunto en una rueda de prensa en el Vaticano (Roma) al ser cuestionado por los hechos que ocurrieron en el pueblo cántabro entre los años 1961 y 1965, donde cuatro niñas de entre 10 y 12 años de la localidad aseguraron haber presenciado en varias ocasiones las apariciones de San Miguel Arcángel y de la Virgen María.

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Garabandal.

Fernández recordó que, como en el caso de El Escorial y otros, la Iglesia determinó para Garabandal un ‘no constat’, es decir, que no hay elementos para llegar a concluir que se trate de hechos sobrenaturales.

Sin embargo, el cardenal precisó que ese ‘no constat’ se pronunció «en otros tiempos», y «hoy puede corresponder a diversas determinaciones que son descritas en las nuevas normas».

Así, en el caso de Garbandal, ese ‘no constat’ puede ajustarse actualmente a un ‘curator’, lo que, en la práctica significa que se prohíbe el culto público pero puede haber un culto privado ya que las personas «rezan en el lugar y después van a misa en la parroquia».

Por otra parte, indicó que los obispos tienen la posibilidad de revisar o precisar sobre los hechos, si bien cree, en referencia al obispo de Santander, Arturo Ros, que «él no tiene ningún interés».

Las conocidas como las apariciones marianas de Garabandal se produjeron en los primeros años 60, cuando cuatro niñas afirmaron haber visto al Arcángel San Miguel y a la Virgen María y cayeron en un profundo éxtasis e incluso, se supone, levitaron.