En el amplio panorama de las tapas, el snack cárnico que disfrutan en España, ninguno ha alcanzado una popularidad comparable al salami. Este embutido, a menudo asociado con aperitivos informales y celebraciones, ha ganado una sólida base de aficionados que lo consideran un manjar. Sin embargo, a pesar de su delicioso sabor y textura, el salami tiene un perfil nutricional que puede resultar perjudicial para quienes intentan mantener una dieta equilibrada. A continuación, te explicaré a lo largo de este post, los aspectos menos conocidos del salami, centrándonos en su impacto en la salud y los motivos por los que deberías considerar evitar su consumo, especialmente si estás cuidando tu alimentación.
1COMPOSICIÓN NUTRICIONAL DE ESTE POPULAR SNACK CÁRNICO
El salami es un embutido curado principalmente a base de carne de cerdo, aunque también pueden incluirse otros tipos de carne. Se elabora mediante un proceso de fermentación y secado que no solo realza su sabor, sino que también contribuye a su larga vida útil. Sin embargo, este proceso de curación implica la adición de una variedad de especias y, más preocupantemente, una cantidad significativa de sal y conservantes.
La composición nutricional del salami revela que este tiene un alto contenido en grasas saturadas y sodio. Por ejemplo, una porción de 100 gramos de salami puede contener hasta 400 calorías, con aproximadamente 36 gramos de grasa, de los cuales más de la mitad pueden ser saturadas. Adicionalmente, puede aportar entre 1500 y 2000 miligramos de sodio, superando con creces la ingesta diaria recomendada. Esto provoca que, aunque el salami pueda comerse ocasionalmente sin mayores consecuencias, su consumo frecuente puede haber efectos perjudiciales en la salud.