Cuando 126 migrantes procedentes de Canarias, que habían huido de la guerra en Mali, llegaron al pequeño pueblo de Monterroso en Lugo, la comunidad local los recibió con los brazos abiertos. Lejos de verlos como forasteros, los habitantes de este pueblo han adoptado a estos nuevos vecinos como parte integral de su comunidad, mostrándoles cariño y ofreciéndoles respeto.
La integración de estos migrantes ha sido verdaderamente sorprendente. En cuestión de semanas, se han convertido en miembros activos de la vida cotidiana de Monterroso, estableciendo vínculos con los lugareños y participando en las actividades locales. Este proceso ha sido posible gracias a la actitud acogedora y la empatía de los residentes, quienes han hecho todo lo posible por facilitar la adaptación de estos nuevos vecinos
DESCUBRIENDO LAS HISTORIAS DE LOS MIGRANTES
Las mujeres que trabajan en la panadería local, Milagros y Julia, han desarrollado una conexión especial con algunos de los migrantes, como Hajid y Mahmadou. Estas trabajadoras se muestran encantadas y felices de tenerlos como parte de su comunidad, describiendo a los jóvenes como «encantadores» y «cariñosísimos».
Incluso aquellos que no hablan español con fluidez, como Hajid, se han esforzado por comunicarse y aprender el idioma, con el objetivo de poder trabajar y establecerse en Monterroso. Estas ganas de integrarse y contribuir a la comunidad han sido ampliamente reconocidas y valoradas por los lugareños.
La barrera del idioma no ha sido un obstáculo insalvable, ya que los migrantes han demostrado una gran educación y amabilidad, ganándose el cariño de los residentes. Incluso aquellos que solo dominan el francés o el bambara han encontrado formas de hacerse entender, como el caso de Hajid, que bromea con las clases de español que recibe.
UNA COMUNIDAD QUE ABRAZA LA DIVERSIDAD
La integración de estos migrantes en la vida cotidiana de Monterroso ha sido verdaderamente excepcional. Ya no son vistos como forasteros, sino como «uno más», tal y como afirma Milagros. Los jóvenes migrantes han encontrado un hogar en este pueblo, donde pueden disfrutar de actividades como jugar al fútbol o pasear por Lugo.
Incluso cuando los periodistas y la atención mediática siguen rondando, los habitantes de Monterroso han logrado que los migrantes se sientan bienvenidos y respetados. Como señala una de las camareras del bar, «lo que hay que hacer con esta gente es ayudarla. Solo Dios sabe lo que habrán pasado en su país para preferir verse en esta situación.»
Esta actitud solidaria y acogedora es un ejemplo a seguir para otras comunidades. Monterroso ha demostrado que, con empatía, comprensión y apertura, es posible integrar a los migrantes de una manera exitosa y enriquecedora para toda la comunidad.