Rita Maestre ha convertido la política madrileña en un estercolero. La líder de Más Madrid en el Ayuntamiento de la capital vuelve a su experiencia inicial en política, la del insulto, la confrontación y la protesta irrespetuosa contra quien piensa diferente. Conocida por desnudarse en una capilla, la ‘podemita’ ha convertido el Consistorio madrileño en su circo máximo, un escenario donde ya no guarda ni las formas ni tampoco su lenguaje. Su última aparición ha sido llamar «nazis» a los concejales de Vox, para después mostrar su intolerancia a quienes no piensan como ella.
La ‘pija’ del insulto no tiene reparos a la hora de usar el lenguaje más barriobajero y macarra a la hora de dirigirse a un concejal, un servidor público como ella, escogido por los ciudadanos de Madrid. Cada ataque a Vox es un ataque a los miles de votantes, que con sus votos han permitido alcanzar tan honorífico puesto.
Pero Maestre no está conforme con esa democracia a la que tanto dice amar por las calles de Madrid, así como su partido. Para ella, Maestre, la democracia es imposición, insulto, fango y acallar a quienes no piensen como ella. De esto va la reflexión de cinco días de Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, pero no es nada nuevo ni el relato ni tampoco el argumento.
Todo se inició en el pacto del Tinell, cuando independentistas, nacionalistas y el PSC de los de Pasqual Maragall, José Montilla, Miquel Iceta y Salvador Illa impusieron su ‘cordón sanitario’ al PPC para expulsarle de todas las instituciones si los números daban los votos. Ese fue el primer intento en democracia para excluir a la mitad de Cataluña, a pesar de que los concejales y diputados ‘populares’ fueron elegidos de la misma forma que ellos.
RITA MAESTRE Y SU ESTRATEGIA DEL INSULTO
Maestre es una herramienta más de esta nueva deriva del ‘procés‘ independentista y socialista para el resto de España, un país enfrentado en dos bloques claramente diferenciados, donde el centro ha desaparecido. La estrategia se centra en infundir el miedo en los votantes moderados, los que decantan de verdad las elecciones hacia unos y otros, con el fin de conseguir que huyan del PP para quedarse o en la abstención o con el PSOE. Lo intentó el PSOE en 1993, en 2008 y también en 2019, cuando los astros apuntaron a Albert Rivera y su Ciudadanos, con la pérdida de 47 escaños en solo seis meses.
En el pacto del Tinell no existía Vox, como tampoco Ciudadanos despuntaba, pese a obrar el milagro en Cataluña y mantenerse con tres escaños, que luego pasarían a diez y después a 36, tras el referéndum ilegal del 1-O. Pero Maestre sigue anclada en 2008, en aquel infame acuerdo, en el que se basa Podemos para perpetuarse en el poder por el miedo que infunde el diferente. Nada nuevo bajo el Sol, pero han pasado 20 años desde entonces y la memoria, especialmente la democrática, falla en el colectivo social.
Con sus insultos, Rita Maestre prosigue al ataque desde el fango, tirando barro al contrario por el mero hecho de pensar diferente. Todo un ejercicio de autocracia e impropio de una democracia que se dice europea. Si en 2008 y 1993, el PP era la ultraderecha, en este 2024, con Vox en las instituciones, el PP sigue siendo un partido ultra para la izquierda. Como ya no quedan más apelativos, ahora es Vox el partido de «nazis».
Este espantajo se mantiene desde entonces, incluso para los de izquierdas críticos con estas fórmulas arcaicas. Felipe González o Alfredo Pérez Rubalcaba son dos de los ejemplos más claros, tal y como se ha comprobado en las manifestaciones del pasado fin de semana en favor de Pedro Sánchez y «del amor a la democracia».
RITA MAESTRE Y SU JARABE DEMOCRÁTICO
Pero no hay que llevarse a engaño. La izquierda siempre ha buscado perpetuarse en el poder, independientemente de los medios utilizados para ello. En Podemos, han pasado por escraches, insultos, descalificaciones, faltas de respeto, malas formas, frases salidas de tono… Los ejemplos son numerosos, como también sus víctimas.
El conocido ‘jarabe democrático’ de Pablo Iglesias caló profundamente en los suyos, con Rita Maestre como su máximo exponente. Son los mismos que blanquean a Arnaldo Otegi, Bildu o se van a visitar a Carles Puigdemont a Bruselas para abrazar a la derecha, sí, la derecha catalana, pero independentista. Entonces sí, para ellos hay alfombra roja. Porque en este relato se puede ir de la mano de la derecha vasca o la catalana en virtud del concepto de la «plurinacionalidad» de España.
Así, como hay terrorismo del bueno y del malo -la ley de amnistía divide este delito según condiciones y quienes lo cometieron-, hay una derecha buena -PNV y la extinguida CiU- y otra mala -PP y Vox-.
De esta forma, las formas de Rita Maestre se han prolongado desde su irrupción en política. La antisistema, la de la violencia física, como sufrieron Cristina Cifuentes, Cayetana Álvarez de Toledo, el propio Santiago Abascal, Albert Rivera, Inés Arrimadas y tantos otros después que ellos, es uno de los exponentes de este uso exclusivo de «bullying» contra el diferente.
LAS AGRESIONES PARA HACER BULLYING EN MADRID
Las agresiones e insultos son su leitmotiv para hacer de la política un escenario embarrado, donde se deja al votante en un segundo y tercer plano. Lejos de resolver los problemas reales, Maestre es parte del problema y por tanto no puede ser nunca parte de la solución al mismo. Todo por anteponer su ego, su bravuconería y aderezado con insultos y agresiones. Son los mismos que después hacen odas a la democracia y sus valores, mientras muestran su falta de diálogo y la mala educación en las instituciones. Todo un ejemplo.
Con todo, la actual dirigente de Más Madrid en el Ayuntamiento de la capital se ha topado con el muro para contener a los antisistema. Ante sus insultos, el alcalde, José Luis Martínez-Almeida, ha salido al paso para defender a Vox de un nuevo ataque en el pleno. Tras calificar los insultos de Maestre de «inadmisibles», el primer edil de Madrid ha exigido la retirada inmediata de la descalificación.
Una encendida defensa que demuestra que en política hay quien pone freno a la máquina del fango en el que se ha convertido el bloque de la izquierda, donde el PSOE compite con Podemos para saber quién es el más extremista de los dos.
Asimismo, tras ser llamada al orden hasta en tres ocasiones, Maestre se ha marchado del hemiciclo, seguida de todos sus compañeros de partido. Ni uno de ellos ha mostrado la más mínima disculpa por los descalificativos de su jefa, una muestra más hasta dónde están llevando las aguas políticas, donde se rinde culto a los líderes antes que arreglar, o tratar al menos de hacerlo, los verdaderos problemas de los ciudadanos. Es una actitud «absolutamente reprobable», ha señalado Almeida, más centrado en guardar la compostura que entrar en denominado ‘y tú más’.
ALMEIDA, EL CABALLERO BLANCO DE VOX
La nobleza de Almeida es un gesto para poner en valor. Se trata de una defensa de quien es atacado sin miramientos por una izquierda encolerizada a pesar de gobernar en La Moncloa, eso sí, mirando de reojo a todos los socios porque en este bloque nadie se fía de nadie.
Maestre ha normalizado la violencia y el acoso como herramientas políticas para hacer frente a Vox y PP, pero nadie se olvida del pasado. Por ello, esta forma de hacer política, donde no hay adversarios sino enemigos -el estás conmigo o contra mí-, está completamente desautorizada e inhabilitada. Es la obsesión del poder por el poder y nada más que el poder. Ese es su objetivo. De esto va la podemización del PSOE, la estrategia para fagocitar primero a Sumar y después presentarse como un partido moderado.
Por último, este ruido al que se ha acostumbrado Rita Maestre impide a la ciudadanía conocer las medidas del Ayuntamiento y el debate entre las formaciones, de Valdemingómez, por ejemplo, no se ha hablado ni en tertulias ni tampoco tras las declaraciones. Y es que el fango y el insulto impide ver más allá.