La segunda entrega de «MasterChef 12» marcó un antes y un después en la historia del concurso, protagonizada por momentos que quedarán grabados en la memoria de espectadores y participantes. Jordi Cruz, uno de los pilares del jurado, se encontró en el centro de la atención al cocinar el plato que, según sus propias palabras, «le cambió la vida». En un giro inesperado, elogió una de las réplicas de los aspirantes, afirmando que se asemejaba notablemente a su emblemática creación, un comentario sin precedentes que dejó a todos, jueces y competidores, gratamente sorprendidos. La noche estuvo llena de emociones intensas, desde la sorpresa y admiración hasta la tristeza y el desconsuelo.
Sin embargo, no todas las noticias fueron positivas, ya que Adriana, una de las aspirantes, no logró cumplir con las expectativas durante el reto culinario. Su plato fue calificado como «no comestible» por los jueces, llevándola a ser la expulsada de la noche. Este desenlace provocó un impacto profundo entre sus compañeros, quienes no pudieron ocultar su perplejidad y tristeza, evidenciada en lágrimas y rostros desencajados. A pesar de estos momentos bajos, el episodio destacó por su singularidad, incluyendo retos como cocinar con color negro, un viaje culinario a Ubrique para cocinar por equipos, y la réplica de un gran plato, sumergiendo a los espectadores en una experiencia gastronómica única.
3Aventura culinaria en Ubrique: el reto de MasterChef en el universo Jesulín
La competencia de «MasterChef 12» trasladó a los aspirantes a un escenario singular y lleno de significado, el corazón de la Sierra de Cádiz, específicamente a Ubrique, conocido por ser el lugar de origen de Jesulín. Este destino no solo ofrecía un cambio de aires y paisajes sino que también representaba un nuevo conjunto de desafíos culinarios inspirados en la rica cultura y tradiciones de la zona. Divididos en dos equipos, azul y rojo, liderados por Gonzalo y Pilar respectivamente, los concursantes se enfrentaron a la tarea de honrar este emblemático lugar a través de su cocina.
Gonzalo, al frente del equipo azul, eligió un grupo diverso compuesto por Ángela, Alberto, Pulga, Ramón, Jose, María y Celeste, buscando combinar habilidades y fortalezas individuales para destacar en la prueba. Por su parte, Pilar, capitana del equipo rojo, seleccionó a Choco, Adriana, Maicol, Samya, Tamara y David, formando un equipo con potencial para la creatividad y la innovación culinaria. Esta estratégica división presagiaba una competencia intensa, donde cada equipo tenía como objetivo no solo demostrar sus habilidades individuales y colectivas sino también su capacidad para trabajar armoniosamente bajo presión, todo ello mientras se rendía homenaje a la esencia de Ubrique, sus paisajes, su gente y, por supuesto, su gastronomía.