Sabores valencianos en cada bocado: irresistible paella casera de pollo

En las costas mediterráneas de España, un plato ha trascendido fronteras y se ha ganado el corazón de gourmets alrededor del mundo: la paella. Originaria de Valencia, esta receta ha sido símbolo de unión y fiesta, y ha evolucionado con innumerables variaciones que respetan sus raíces a la vez que conquistan con novedad.

En este artículo, nos centraremos en una versión accesible y tremendamente deliciosa: la paella casera de pollo. Un plato que guarda la esencia de la tradición y promete llevarnos por un viaje de texturas y sabores valencianos con cada bocado.

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UNA RECETA CON RAÍCES Y ALAS

La paella es, ante todo, un plato de origen humilde. Nació de la mano de campesinos y se gestó en los campos valencianos, donde se cocinaba al aire libre sobre fuego de leña, dotándola de ese característico sabor ahumado que la define. Los ingredientes reflejan la riqueza de la huerta y la disponibilidad según la temporada, dando lugar a múltiples variantes donde el arroz es el lienzo que acoge la paleta de sabores locales. La paella de pollo se ha destacado por su sencillez y la facilidad para encontrar sus ingredientes, lo que la convierte en una estupenda opción para acercar este clásico a cualquier mesa.

La preparación de una verdadera paella valenciana sigue un ritual casi sacro. Comienza por elegir el arroz adecuado, típicamente la variedad de arroz bomba debido a su capacidad para absorber los sabores sin deshacerse. Continúa con la selección de un buen sofrito, corazón del sabor del plato, donde se cocina lentamente tomate, ajo y, en nuestra receta de hoy, trozos de pollo. No menos importante es el caldo, elemento que contribuirá en gran medida a la personalidad de la paella; un buen caldo casero de pollo es clave para un resultado ganador.

Las técnicas de cocción y los tiempos son clave en el éxito de la paella. El objetivo es alcanzar ese perfecto punto en el que el arroz queda al dente y todos los sabores se han fusionado en armonía perfecta. Además, se persigue lograr la ansiada capa de «socarrat», ese arroz ligeramente tostado del fondo de la paellera que aporta textura y un sabor intenso, pero sin llegar a quemarse, lo cual requeriría de una vigilancia constante y un control del fuego meticuloso.

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