Perder peso es la meta primordial de aproximadamente el 70% de los españoles, según revela una encuesta realizada por una reconocida cadena de supermercados. Sin embargo, alcanzar este objetivo no se reduce simplemente a ingerir menos alimentos y aumentar la actividad física, como nos han sugerido durante años. La noción de que la fuerza de voluntad es suficiente para adelgazar resulta ser más compleja de lo que parece, ya que está en juego una cuestión fundamental: el hambre.
2HAMBRE FISIOLÓGICA
El hambre fisiológica, (lo que viene siendo el “hambre-hambre”), es la respuesta natural del cuerpo cuando busca obtener la energía necesaria para funcionar adecuadamente. Este tipo de hambre se desencadena cuando el cerebro detecta niveles bajos de reservas de energía, y sus señales suelen manifestarse al mediodía o en momentos en los que ha pasado un período significativo desde la última ingesta.
Cuando experimentamos hambre fisiológica, es posible notar un vacío en el estómago, sonidos gástricos, debilidad, sensación de mareo o incluso dolor de cabeza. Estas señales indican la necesidad de combustible para el cuerpo. En este estado, la elección de alimentos para satisfacer el hambre no suele ser selectiva; estamos dispuestos a comer cualquier cosa que esté disponible para atajar esta sensación. Una característica distintiva del hambre fisiológica es que, después de consumir alimentos para satisfacerla, experimentamos una sensación de saciedad y satisfacción. Este tipo de hambre se asocia con el equilibrio energético del cuerpo y la respuesta directa a la necesidad de nutrientes esenciales para mantener sus funciones vitales.