La productividad amenaza con hundir el crecimiento de la España del PSOE de Pedro Sánchez. La economía pierde peso a marchas forzadas ante una fuerza laboral cada vez más endeble y poco cualificada, así como un tamaño empresarial muy dependiente de las pequeñas y medianas empresas, que conforman más del 99% del tejido productivo. A todo ello se suma una población cada vez más vieja.
Estos factores comportan una situación grave para la economía española desde hace tres lustros, con el estallido de la burbuja inmobiliaria en cuanto a la productividad se refiere. Y es que, mientras algunos indicadores económicos van viento en popa, como el turismo -sin llegar a los récords de 2017-, la productividad hunde a las empresas españolas, reticentes a subir salarios ante la subida imparable de precios. Y es que, el valor añadido aportado en los productos y servicios no logra hacerse un hueco en un mercado competitivo en Europa.
Así, México presenta una mejor ratio que España, con una mano de obra significativamente más barata respecto al PIB, mientras que el país centroamericano supera la riqueza de España en precios corrientes e Indonesia apunta al mismo hito debido principalmente a una población cada vez más creciente.
INDONESIA ACECHA A LA ESPAÑA DEL PSOE
España ocupará así el puesto decimosexto a nivel mundial y continuará cuarto en comparación con la Eurozona. Pero la amenaza de una Portugal boyante y una Europa del Este continúa ejerciendo presión.
A pesar de que el Gobierno de Pedro Sánchez insiste en que España gana músculo a nivel internacional, la realidad es muy distinta. El presidente del Gobierno no solo tuvo que suplicar una foto con Biden en pleno recorrido y sin posar, sino que su soledad se ha trasladado a los actos internacionales más importantes, donde la palabra de España no prevalece a pesar de los esfuerzos.
Así, se ha visto cómo introducir el catalán en la UE se ha convertido en un memorable fiasco, mientras que Marruecos gana cada vez más peso dentro de la geopolítica en el sur de Europa, con socios como EE UU e Israel, los mismos que después critica Sánchez con el fin de fagocitar el voto del populismo.
Pero la economía sí entiende de ideologías y más aún de seguridad jurídica. Si la falta de productividad es un problema grave, más lo es cuando la inversión de las propias empresas nacionales, algunas de ellas auténticos gigantes, se marcha fuera de las fronteras. Incluso las propias empresas, como Ferrovial, hacen las maletas para esquivar el hachazo de los impuestos a las compañías más grandes, así como la creación de nuevos gravámenes, que en un principio se vendieron como temporales, pero que han llegado para quedarse.
ESPAÑA, ABOCADA A PERDER MÁS POSICIONES SIN REFORMAS DE CALADO
De esta forma, la España de Pedro Sánchez pierde posiciones tras seis años de Gobierno, un drama que lejos de arreglarse o buscar una solución, se deteriora aún más al no ponerse medidas estructurales para arreglarlo. Y es que, el Ejecutivo insiste en el error de mantener empresas zombies, cuya productividad es nula y el sistema alcanza tensiones por todos los frentes abiertos, especialmente el del gasto.
El déficit se ha convertido en un problema serio y lejos de poner solución se somete a más presiones
El déficit se ha convertido en un problema serio y lejos de poner solución se somete a más presiones, para que luego lleguen otros a poner recortes, como ocurrió en 2008. Y es que, Bruselas exige ahora implementar las medidas para reducir el desequilibrio, como bajarlo al 3%, y con un nivel de deuda del 60% sobre el PIB, prácticamente la mitad respecto a los niveles actuales.
Y es que, con los recortes de 2012, con el Ejecutivo de Mariano Rajoy, la economía levantó el vuelo y dentro de la delicada situación se impusieron medidas. Con la llegada de Pedro Sánchez, la vorágine del gasto y el despilfarro, especialmente en el sector público, donde ha ido a recalar la mayor parte de los fondos europeos, como se esperaba desde el inicio. Nada nuevo bajo el Sol.
De esta forma, lo que podría haber sido únicamente una década perdida para la economía, como han registrado todas las grandes potencias, España va aún a remolque por el mero hecho de no hacer los deberes a tiempo. Ahora, cuando la flexibilidad económica comienza a endurecerse, con unos tipos de interés que ahogan el déficit por la enorme bola de deuda que asola las arcas públicas.
Así las cosas, el propio Gobierno ha tenido que repartir el objetivo de déficit entregando una décima a las Comunidades Autónomas, como si se tratara de un regalo, a pesar de soportar el 35% del gasto público. Es decir, se exige un mayor nivel de recorte a los niveles inferiores de la Administración, mientras el Ejecutivo mantiene intacto su séquito y sus viajes en Falcon.
EL GASTO PÚBLICO PRESIONA AL DÉFICIT
Lejos de emprender una agenda reformista, el Ejecutivo ha preferido incrementar la presión impositiva tanto para empresas como para autónomos, así como el IRPF, que no se deflacta al mismo nivel que la inflación. Así, los desequilibrios se reducen, pero el problema de fondo sigue sin arreglarse. Ejemplo de ello, es el pobre crecimiento de la economía española desde el estallido de la pandemia.
El país ha tardado más de lo previsto en alcanzar los niveles previos al desplome desde marzo de 2020, mientras otras economías empujan con fuerza. Para este próximo año se espera una ralentización y no se confunda nadie, España también entrará en esa etapa debido a la especial dependencia del consumo de exterior y a la inversión.
A todo ello, se suman las malas recomendaciones sobre España. Bank of America, por ejemplo, apunta al peor mercado europeo para invertir este próximo año, junto con Italia. De esta forma, prefiere infraponderar la inversión en el Ibex 35 durante el próximo ejercicio y elevar la exposición a Reino Unido, Alemania y Suiza, entre otros. Las dos primeras potencias entraron en recesión este pasado 2023.
HACIENDA MANTIENE LOS INGRESOS CAÍDOS DEL CIELO
Y es que, la colosal montaña de deuda de España no pasa desapercibida para los inversores. En relación al PIB, un indicador que da una falsa comparativa, España muestra niveles de alarma, como la falta de seguridad jurídica. Y es que, el PIB crece de forma artificial debido a la inercia de los elevados precios, no por una mayor cantidad de consumo.
De esta forma, si los productores de aceite de oliva vendieran la mitad de la producción actual al desorbitado precio que se ofrece, el sector vendería lo mismo que todo el año pasado con toda su mercancía. Y es que, los precios se han disparado un 100%, como ocurre con otros productos básicos de la cesta de la compra y en la industria. Así, Hacienda ingresa más en este ejercicio, un beneficio caído del cielo del que tanto reniega.