Lunes, seis de la madrugada, suena la alarma. Automáticamente le das al botón de posponer y te quedas en la cama «cinco minutos más». O puede que seas de estas personas que tienen programadas 10 alarmas con intervalos de 5 minutos. Aunque es una costumbre bastante habitual entre los que no tenemos más remedio que madrugar, los expertos coinciden en que posponer la alarma no asegura un mejor descanso. Y todavía hay mucho que desconocemos sobre los efectos reales de esta práctica.
6PERFIL DE PERSONA DORMILONA
Un estudio publicado en la revista SLEEP profundizó en este tema, perfilando a las personas propensas a posponer sus despertadores por la mañana. Utilizando relojes inteligentes, analizaron los hábitos de sueño de 450 participantes, y encontraron que más del 57% tendía a retrasar la alarma después de la primera señal. Descubrieron que, entre los participantes, las mujeres, los más jóvenes y las «aves nocturnas» mostraban una mayor inclinación a posponer sus despertadores. Este hábito también se correlacionaba con más interrupciones del sueño y menos pasos diarios. Sorprendentemente, los «remolones» no dormían menos, no se sentían más somnolientos ni tomaban más siestas.