Lunes, seis de la madrugada, suena la alarma. Automáticamente le das al botón de posponer y te quedas en la cama «cinco minutos más». O puede que seas de estas personas que tienen programadas 10 alarmas con intervalos de 5 minutos. Aunque es una costumbre bastante habitual entre los que no tenemos más remedio que madrugar, los expertos coinciden en que posponer la alarma no asegura un mejor descanso. Y todavía hay mucho que desconocemos sobre los efectos reales de esta práctica.
3MECANISMOS QUÍMICOS
En este punto, entran en juego los «mecanismos químicos» de nuestro cuerpo, diseñados no solo para inducir el sueño, sino también para despertarnos. Aumenta la temperatura corporal, el sueño se vuelve más ligero y se liberan hormonas que nos proporcionan la energía necesaria para comenzar el día. Nuestro cuerpo tiene mecanismos químicos tanto para conciliar el sueño como para despertarnos. En el caso del despertar, estos mecanismos incluyen el aumento de la temperatura corporal, la transición a un sueño más ligero y la liberación de hormonas que nos proporcionan energía para iniciar el día.
Cuando la alarma del despertador suena por primera vez, todos estos mecanismos se activan, ya que se interrumpe un ciclo de sueño nocturno. Sin embargo, al retrasar la alarma, estos mecanismos a menudo no se activan por completo, ya que es común que durante el intervalo entre alarmas nuestro cerebro inicie un nuevo ciclo de sueño que se interrumpirá abruptamente poco después.